OMAÑA (Capítulo I).

Publico  hoy el  artículo número 100 de  mi blog personal, agradeciendo sincera e  infinitamente a todos mis lectores el tiempo que dedican a  ojear los textos. 
Por la cifra,  por la querencia y por el arraigo, hoy voy a contar cosas de la vida en el Concejo de Omaña allá por el siglo XVIII.

Formado estaba  por 22 pueblos del Valle Gordo, del Valle Chico y del entorno de Vegarienza. La razón por la cuál Vegapujín, Posada y Torrecillo estaban excluidos de este Concejo e incluidos, junto con Montrondo, Salientes o Valseco,  en el de los Cilleros, presumo que obedecía a  criterios de reparto tan simples como acuerdos (o desacuerdos) familiares,  habida cuenta de que  el Conde de Luna y el Duque de Uceda  compartían parentesco.  

   Solamente Vegarienza tenía rango de villa, siendo todos los demás núcleos de población considerados lugares. El Conde de Luna era el señor de la zona, aunque, salvo en circunstancias puntuales, la condición de vasallaje no interfería especialmente en el desarrollo de la vida cotidiana......pues a su excelentísima nunca se le ha tenido ni tiene por tal Alcalde Mayor de estas jurisdicciones, sino solo por dueño jurisdiccional de ellas.....(16 de noviembre de 1796).

Cierto  es que buena parte de la carga impositiva que soportaban los vecinos  iba destinada  al señor del Concejo. Tal es el caso de Las Alcábalas  (tributo sobre el consumo muy similar al IVA actual) y del  Servicio Ordinario y Extraordinario. La Corona, en su momento, había enajenado ambos impuestos  a favor del Condado de Luna, bien por habérselos vendido, bien por arrendamiento temporal o bien   como merced o  pago por   favores recibidos. 

He de decir que pocos vecinos del Concejo  estaban obligados a pagar el Servicio Ordinario y Extraordinario porque la inmensa mayoría de ellos pertenecían al estado noble, entendiendo que, en general, pertenecer a la "nobleza"   no significaba gozar de una situación económica acomodada, sino solamente eso, estar exentos, por concesión regia,  de abonar  este tributo. 

El común de vecinos de todos los núcleos de población, tanto  nobles  ricos, que los había, como  miembros del estado general de hombres buenos  o estado llano,  debían satisfacer  anualmente  al señor una contribución   llamada  Yantar. Aunque injusta, no era demasiado gravosa puesto que se trataba, en resumidas cuentas, del equivalente  al coste de  una comilona.  Del mismo modo pesaba sobre  algunos de los lugares la Fumazga o Matadera,  que daba derecho a curar la carne de la matanza.

Pero las cargas tributarias no acababan ahí. Las arcas reales y el clero eran destinatarios de buena parte de los escasos ingresos de las familias omañesas. 

 En próximas ocasiones, a través de nuevos artículos, intentaré contribuir a desentrañar la forma de vida de las gentes de nuestra querida tierra en el pasado.




Comentarios

  1. Muy interesante artículo, con acertada información sobre la Omaña Primigenia.

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  2. Y aun perdura el culto a la iglesia y la monarquía. "Claro ahora son mejores"

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