SAN HERMENEGILDO (Sevilla)       y II.

Al hilo del artículo anterior, continúo con el proceso que, allá por 1645, se seguía contra el colegio de San Hermenegildo de Sevilla por el alzamiento de bienes que sus moradores, los jesuítas,  pretendían llevar a cabo para eximirse de pagar las cuantiosas deudas que habían contraído.

El juez encargado del caso, D. Juan de Santelices, había ordenado que le aportaran todos los libros de contabilidad del colegio. Minucioso en la instrucción, leía  hoja por hoja todo lo que consideraba de interés para descubrir las irregularidades que se sospechaban.

El Administrador, Andrés del Villar, arañaba lo que podía y desviaba fondos, no a Suiza pero sí a las Indias,  donde residían sus hermanos. Él y el Rector, con la connivencia del P. Provincial, falseaban las cuentas de resultados para tapar la excesiva deuda a la que ya no podían hacer frente.  Ocultaban propiedades y malversaban fondos. La caridad, primitiva y esencial razón de ser del colegio, a estas alturas era solamente un recuerdo.

Uno de los libros de cuentas  intitulado Libro de la Obra Pía Secreta llamó  la atención del juez y decidió analizarlo íntegramente sin escatimar tiempo ni medios.
....Y se halló un capítulo que decía así: Váyase contemporizando con D. Rodrigo Barba Cabeza de Vaca hasta que muera el beneficiado Juan de Seguer y de Velasco y, en muriendo,.....ciérrese la puerta a D. Rodrigo Barba como si tal cosa no hubiese. 
Y continuaba  la recomendación diciendo: Y de este libro y hacienda no tengan noticia sino los Procuradores del colegio y el Rector y el Provincial y los Consultores de la provincia.

Inmediatamente se iniciaron las pesquisas con el fin de  esclarecer el misterio.
Un caballero llamado D. Juan de Monsalve, que había desempeñado el cargo de veinticuatro de la ciudad de Sevilla, había regresado de las Indias con una  inmensa fortuna. Era soltero y no tenía herederos directos. Una mujer le puso pleito diciendo que era su hija y que la había habido en su madre siendo ambos solteros y que, además de ésto, había casado con la dicha su madre clandestinamente, y consiguiente que como tal su hija, era su heredera forzosa de toda su hacienda...

En medio del litigio, el caballero, reconociendo que se acercaba su final, llamó a un jesuíta de San Hermenegildo con el cuál ajustó su conciencia y dispuso su testamento, diciéndole que aquél pleito que puso aquella mujer era injusto y que era falso todo lo que le decía y articulaba....

Asi las cosas, decidió fundar un mayorazgo con todos sus bienes raíces y ocultar sus otras pertenencias (bienes muebles y plata) que quedarían custodiadas por el fraile confesor para que si la sentencia se resolvía a su favor, después de él muerto o por cualquier acontecimiento cesara la pretensión de la dicha  mujer,  la cuantiosa fortuna,  85.000 ducados de plata, ..se agregara y juntara con el dicho  mayorazgo, del que nombraba  heredero  a su sobrino Rodrigo Barba Cabeza de Vaca. 

Dispuso también que, cada año, se destinaran 800 ducados para que casasen tantas doncellas, redimiesen cautivos y diesen tantos días señalados de comer a los pobres de la cárcel. 

Muerto el Sr. Monsalve, al claustro del colegio le faltó tiempo para buscar a la mujer que reclamaba la paternidad y taparle la boca con 10.000 ducados de vellón para que se apartara del pleito.

Por lo demás, ni se casaron doncellas, ni se dio de comer a pobres, ni se redimieron cautivos,  ni D. Rodrigo heredó el mayorazgo ni los dineros del indiano rico se destinaron a otro fin que los intereses particulares y corporativos de los miembros de la Compañía.


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