Charles Marie de la Condamine, naturalista, matemático, militar y geógrafo francés, se carteaba regularmente con su amigo  Jose Antonio de Armona ( historiador y funcionario español  a quien Carlos III había  enviado a La Habana  en el año 1764 con el encargo de  sanear las cuentas) y con Antonio de Ulloa, en ese momento gobernador de Luisiana. Los tres eran dignos representantes del  -al menos, pretendido-  espíritu ilustrado   del siglo XVIII.

En las largas y muy interesantes cartas que intercambiaban  tenían cabida todo tipo de confidencias políticas, culturales, científicas o, incluso, las relativas a la propia salud, de las que vamos a ver una muestra.

El 14 de junio de 1768 escribe el francés  a Armona  desde París....Ya creo haber avisado a vuestra merced el estado de mi salud; tengo las manos y la mitad inferior del cuerpo como insensibles, pero esto no me impide el escribir....ni tampoco el andar, aunque poco seguro, sobre mis piernas. Apenas siento éstas y menos los pies, estoy como si tuviese puestas una botas fuertes con un peso de 30 libras en mis muslos. Pero el tronco está sano:  bebo, como, duermo....

Las aguas termales, los baños calientes, las duchas, los baños fríos, las fumigaciones, los tópicos de todas clases, los remedios interiores recetados por los médicos más hábiles de Europa y la electricidad  no me han hecho ningún efecto y ya no hago ningún remedio. He probado, no obstante, hacerme algunas frotaciones en el espinazo con el aceite de oso de La Luisiana mezclado con un licor espirituoso para corresponder a la amistad con que me favorece nuestro común amigo D. Antonio de Ulloa.

Al día siguiente, 15 de junio, redacta una carta con destino a La Luisiana a sabiendas  de que cuando llegue, probablemente su destinatario, el Sr. Ulloa, no se encuentre ya en aquellos lares. La Condamine conocía a la perfección la inquina que los colonos franceses en aquellas tierras sentían hacia su Gobernador y, más pronto que tarde, iban a forzar su expulsión. Efectivamente Antonio de Ulloa abandonaba el territorio en ese mismo año de 1768.

En la carta le agradece el envío  del aceite de oso y el de la culebra de campanilla, mucho mas raro....
De ocho días a esta parte he empezado a frotarme la parte inferior del espinazo con el aceite de oso batido mucho con aguardiente o espíritu de vino para que penetre con más facilidad. El de víboras le guardo para la extremaunción...
Usted extrañará que no me dé frotaciones en los pies y en las manos entorpecidas.....Hace dos años que me apliqué todo género de remedios....pero dicen las gentes que esto es hacer como los perros, que muerden el palo y no la mano del que los castiga  y que el remedio se debe aplicar al origen de los nervios, ésta es la razón porque me doy las frotaciones en el espinazo. 

Defensor accérrimo de la inoculación de las viruelas como mejor método  profiláctico ante tan terrible enfermedad, sufría el acoso de algunos colegas que, mediante  la proclama de libelos difamatorios, echaban por tierra  sus teorías. El tiempo se encargaría de darle la razón.

Adios mi querido gobernador, mándeme v. merced sus noticias y particularmente del feliz parto de madama, su esposa, a cuyos pies suplico a v. m. me ofrezca. Tengo el honor de ser con el más sincero respeto e inclinación, señor y querido compañero de viaje, su más humilde y muy obediente servidor.








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