Con la llegada del  otoño, la Infanta Ana María Mauricia, hija de Felipe III, se disponía a emprender el largo viaje que la llevaría a Francia para contraer matrimonio con Luis XIII. Estaba pactado de antemano y se pretendía con ello suavizar  las ya viejas hostilidades entre ambos reinos.

La Infanta iba acompañada por un numeroso séquito que a la familia real francesa le pareció excesivo y hubo de reducirse de forma considerable. Por expreso deseo del Rey,  su padre, la dirección de la comitiva corría a cago del Duque de Monteleon,  quien, una vez concluido el viaje,  se quedaría en el país vecino haciendo las veces de embajador y supervisando el devenir diario  de la futura Reina de Francia.

Ana Mauricia tenía 14 años, la misma edad que su prometido. Se celebraron los esponsales al llegar la legación española a Burdeos. La Infanta recibió de su suegra María de Médicis una cruz de diamantes en extremo buena ....y un reloj de la misma manera que le regaló su esposo. Por razones obvias el matrimonio no llegó a consumarse hasta que pasó algún tiempo.  La joven llegaba a la pubertad durante el viaje, tal como informaba el cronista al  Marqués de Tovar: ..esta noche pasada acabó la Reina Infanta de tener todas las circunstancias de mujer casada, de que estoy contentísimo...

Entre octubre de 1615 y diciembre de 1616 el Duque de Monteleón escribe cientos de cartas al Rey y a destacados miembros de la nobleza informando puntualmente de todo lo que acontece. Y pidiendo dinero y más dinero....porque las cantidades que diariamente gasto son monstruosas....El viaje se alarga y complica más de lo previsto y las simpatías hacia la futura Reina  se ganan  a golpe de dádiva. 

Con dinero por delante todo se tiñe  de color de rosa y la diferencia en las costumbres se subsana sin mayor problema. Parece que lo que peor lleva Monteleon es la impuntualidad de los franceses, la falta de controles de seguridad en las entradas de palacio y la incomodidad de los carruajes. 

Por otra parte, el Rey es de bonita persona y, aunque no intercambian una sola palabra por no hablar el mismo idioma, la Reina Infanta está muy alegre y contenta....y el Rey está enamorado y no sabe apartar los ojos de ella. La Reina Madre se deshace de puros deseos de darla gusto...y está  encantada de lo bien que baila la pavana...

El Duque de Monteleon, elegido para este menester por sus habilidades para la diplomacia, su buen temple y su cultura, a pesar de la carga laboral -de la que se quejaba de forma continuada- aún tenía tiempo para  menesteres mas prosaicos. En sendas cartas remitidas al Conde de Lemos y al Duque de Uceda allá por el mes de noviembre de 1615, les hace partícipes,  confidencialmente, de  sus curiosas experiencias personales:
La primera mujer que he besado en Francia era fea y  vieja y hasta aquí lo podía llevar mi buena conciencia,  pero era también asquerosa .....  Como vio su divina majestad que lo tomé en paciencia, me hizo topar con otra, el día siguiente, como mil flores. La segunda era muy hermosa, esto se pasó con menos trabajo y más peligro. Y así me resuelvo de pedir a Dios que me libre de unas y otras. Y de mi parte lo procuro...  



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