Desde San Lorenzo de El Escorial, el 27 de noviembre de 1778, Floridablanca, a la sazón secretario de Estado, remitía una carta cuyo destinatario era  D. Antonio de la Cuadra, secretario, a su vez, de la Real Sociedad Económica Matritense. En ella le informaba de  las disposiciones de Carlos III  para aumentar las zonas arbóreas de Madrid y su entorno.....porque anualmente van en disminución los árboles que solía haber en los sotos, riveras y arroyadas de las cercanías.

Aunque el territorio sea un poco árido, falten las lluvias algunos meses y carezca de riegos  naturales, el arte, la aplicación y la constancia podrían  suplir esos defectos, mayormente cuando la tierra por sí misma no repugna esta producción, sabiéndose que la dehesa de Madrid era en lo antiguo bien poblada de monte.
  El señor D. Felipe II, antes de fijar su corte en esta villa, hizo plantar en las riberas y sotos del Manzanares las arboledas cuyas reliquias vemos ahora.

Si la reciente repoblación de la zona alta del Buen Retiro demostraba que se pueden formar bosques sin riego alguno....¡Cuán fácil sería llenar el país de encinas y olivos como los hubo en otro tiempo!.

Pero el Rey sabía a la perfección que predicar sin incentivos no iba a dar buenos resultados por mucho que las autoridades trataran de  concienciar a la gente de las bondades del proyecto. 

Así las cosas, ordenó la creación de viveros en las orillas del canal del Manzanares y en Aranjuez, para surtir con abundancia los plantones que se necesiten, no sólo para el ornato de la villa sino para crear zonas boscosas en todo el país, aprovechando dehesas, eriales o, incluso, terrenos de cultivo de baja producción.

Y sabiendo que las subvenciones iban a constituir la mejor  razón para   convencer al personal, se establecieron premios  que se pagarían a través de la Sociedad Económica Matritense.

Por cada pie de olivo, frutal u otro árbol de cualquier especie, exceptuando viñas, arbustos y zarzas que se plantara en el contorno de una legua de esta villa, si el terreno es de regadío se abonarían 2 reales en el primer año, a cobrar en dos plazos: el primero cuando se tenga certeza de  la plantación y el segundo en junio del año siguiente, siempre que el árbol estuviera prendido. El incentivo se prolongaba dos años más aumentando la cuantía hasta 3 reales en  cada un año por cada árbol vivo.

Si el terreno destinado a la repoblación era de secano, entonces la cantidad a cobrar aumentaba a 4 reales el primer año y a 6 reales en cada uno de los dos siguientes. Además se suministraban los  plantones  de forma gratuita en todos los casos.
Hay que decir que las subvenciones disminuían con la distancia;  y  desaparecían si la plantación se hallaba a  más de  dos leguas de la villa de Madrid.

¿Tendría algo que ver en el asunto la afición cinegética del monarca en zonas boscosas no demasiado distantes  de palacio?.




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