La incertidumbre  ante una  enfermedad desconocida es tan antigua como la humanidad. Muchas de las dolencias  que, a día de hoy siguen provocando  complicaciones,  eran ya conocidas en la antigüedad y tratadas, con mayor o menor éxito, administrando   los remedios conocidos y probados de que se disponía en el momento.

Pero cuando una persona enfermaba presentando síntomas que hacían presagiar la gravedad del mal,  antes como ahora, las dudas  acerca del desenlace  asaltaban la conciencia de sus familiares porque la cotidianidad de la vida podía sufrir un vuelco notable. Muchos eran  los factores que entraban  en juego:  emocionales, económicos, laborales,  judiciales....

Si nos situamos en el siglo XVII a nadie debería extrañar que  una mujer  que se quedase viuda, antepusiera la situación económica en la que quedaba al dolor por  la pérdida de su marido;  porque, en la mayoría de los casos, en realidad  no era un ser querido sino alguien con quien  había tenido que casarse para cumplir un contrato. 

Dicho esto, parece razonable que la familia del paciente quisiera saber si el deceso del mismo estaba próximo para, en ese caso,  tomar las decisiones oportunas.
Si quieres conocer si la enfermedad pasará a quitarle la vida al enfermo, toma una cuchara(da) de leche de mujer que haya parido niño y mezclala con igual cantidad de la orina del enfermo...en una taza de vidrio claro....; y si se mezcla lo uno con lo otro, escapará. Si no se mezcla, morirá. 

Uno de los males recurrentes en siglos pasados, producido por un hongo,  muy contagioso  y que podía ser mortal,  era la tiña de la cabeza. Había varias alternativas para el tratamiento  siendo  una de las más eficaces una decocción de ingredientes para lavar la cabeza del enfermo ocho días contínuos. A saber: se coge un puñado de malvas y otro de celidonia, media libra de cal viva y otra media libra de hollín. Y todo junto se ha de poner con cuatro libras de agua en una olla; y ha de bullir media hora y después se dejará en infusión doce horas...y se colará con mucho cuidado por un paño delgado, y con el agua colada se ha de lavar la cabeza.....
Y después se le untará con el ungüento conveniente...elaborado a base de brotones tiernos del laurel en el tiempo del mes de mayo mezclados con  capullos de rosas finas en la misma proporción, cocido todo ello lentamente en  aceite común.

Si éste no daba el resultado apetecido, siempre cabía la posibilidad de recurrir a otro ungüento resultante de macerar durante 15 días dos lagartos en abundante aceite común. Transcurrido ese periodo se retiran los bichos de forma que al sacarlos se han de tener un rato boca abajo sobre el puchero, hasta que echen toda la viscosidad que tienen. Con este aceite se untará la cabeza....


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