Relatar una historia de amor de mediados del siglo XVII me parece una buena manera de poner los pies en el nuevo año que, a buen seguro, nos traerá sorpresas.

Una joven llamada Manuela Flores, con todas las gracias naturales de cara y talle, entendimiento, cantar y labores que se pueden hallar en una mujer de diez años, entraba al servicio de Dña Antonia de Melo y Vasconcellos, viuda del secretario Diego Suarez y madre de cinco hijos varones. El empleo al que iba destinada era doncella de labor. 

Los cinco hijos habidos en el matrimonio se criaban y entraban en su cuarto entre las criadas con tanta llaneza,  peinándolos y aliñándolos ellas como si también fueran mujeres, de que resultó que casi todos pusieran los ojos en la doncella Manuela, en particular uno de los menores que se llamaba Juan Suarez que hizo tantas demostraciones y exterioridades de su amor que llegó a noticia de su madre, quien ya había contraído segundas nupcias con D. Juan Manso de Zúñiga, conde de Hervías. 

Dña Antonia montó en cólera por aquella relación y su nuevo marido le aconsejó sacar de la corte a la doncella;  pero como no estaba dispuesta a renunciar a las maravillosas labores que le bordaba, optó por enviar a su hijo a vivir con su abuela. Desde allí, yendo y viniendo, de día y de noche.....bajo palabra de casamiento la consiguió, de lo que se dio  por desentendida la condesa hasta el día en que llego a sus manos un papel en que vio que tenían dispuesto el desposarse aquel mismo día.

De inmediato encerró a su hijo en un aposento y envió a Manuela al convento de Santa Catalina de Sena, advirtiendo al vicario del mismo  de que buscase una causa que invalidara el matrimonio en caso de que se les ocurriera celebrarlo en secreto. No era difícil, el clérigo resolvió enseguida  alegando que la moza había conocido varón antes que a Juan Suárez, a quien, por cierto, su madre decidió enviar  a servir al Rey en tierras de Badajoz.

La joven se quedó en Santa Catalina, pero había que pagar el piso y los alimentos, a lo que se negó la señora condesa. Así las cosas, sobrevivió unos meses empeñando sus escasas pertenencias. 
 En secreto, seguía teniendo relación epistolar con su amado que la conminaba a viajar a Badajoz para casarse. O, incluso,  a Cáceres a casa de su pariente D. Francisco de Barrientos y Salcedo, conocedor y cómplice del proyecto.

Pero el avispado vicario requisó alguna carta,  tuvo conocimiento de los planes y  envió a la joven a servir a casa de Dña Salvadora Benegas, donde trabajaba  bajo la estrecha vigilancia de su ama hasta que su salud se resintió y sus fuerzas flaquearon viéndose, entonces,  obligada a regresar al convento con la esperanza de que su manutención corriera a cargo de la condesa. Al fin y al cabo, había servido por espacio de ocho años  como doncella de labores en su casa sin percibir salario alguno. Pero la esperanza se quedó en eso solamente, en esperanza que no llegó a realidad.

Entretanto el joven soldado enfermó gravemente en Badajoz llegando, incluso, a temer por su vida. Enterado de las estrecheces que pasaba Manuela, buscó la mediación de la influyente  Dña Ana María Téllez Girón para  rogar a su madre  que ayudara a la joven a cuenta de su legítima herencia.   Sin embargo,  la condesa se opuso en rotundo y le exigió que renunciara a tal pretensión o lo enviaba a servir en  los ejércitos de Italia.

 Dada la minoría de edad del muchacho, Dña Antonia  seguía siendo su tutora y curadora ..y como no se atreve a oponerse a su madre por la terribilidad de su condición, anda huido de su casa buscando una vía legal que le permitiera  donar su patrimonio a la joven Manuela que, a estas alturas de los acontecimientos, había tomado la decisión irrevocable de  profesar y convertirse en una monja más del convento.

El relato de esta historia  termina con la súplica, por parte de Juan Suárez, al Alcalde Mayor para  que éste le castigue a reparar  con dinero el daño causado a Manuela.  Presentaba  como prueba  autoinculpatoria  aquellos papeles en los que le daba palabra de casamiento.....que nunca había  llegado a celebrarse.

Esto es amor.


 

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