Los religiosos del Convento de San Marcos de León con su Prior a la cabeza se mostraban reacios a admitir presos  en sus instalaciones,  sobre todo si  no pertenecían  a la Orden de Santiago Apóstol.

Para excusar tal carga argüían razones tan variopintas como la distracción de la clausura o el abandono  de su labor espiritual al tener que ejercer de carceleros. Por otra parte, la precaria situación económica,   con un empeño de más de 220.000 reales,  apenas les permitía el sustento y no quedaba  margen para el  acopio de ornamentos de  sacristía ni, por supuesto,  para la manutención de nuevos reos. Además,  uno de los claustros, dormitorio, campanario, hospital y casa de recreación están con mucha ruina y conviene acudir a su reparo con brevedad.

Todos estos argumentos no lograron convencer a Felipe IV de que no enviara a la prisión de San Marcos a dos  canónigos catalanes, el Dr. Magino Puig y Pujol y el Ldo Antique Borrell.  El Rey se mostró inflexible y, a pesar de la oposición de los religiosos, ordenó que se les trasladase de inmediato a León. Eso sí, con una pensión mensual para el Convento de 300 reales. (enero 1642). 

Se daba la circunstancia de que, en ese momento, cumplía condena  en la misma cárcel Francisco de Quevedo y Villegas. Cuatro largos años hubo de permanecer entre rejas en nuestra ciudad.
De nada le había servido  la petición de clemencia a Felipe IV a través de una carta fechada en 7 de octubre de 1641. Dicha carta, extensa, culta, con fina ironía  y cuidadosamente redactada, no tiene desperdicio. Por eso me ha parecido  interesante plasmar aquí algunos de sus párrafos.

...Un año y diez meses ha que se efectuó mi prisión, a 7 de diciembre, víspera de la Concepción de Nuestra Sra, a las diez y media de la noche....

Fui traído en el rigor del invierno sin capa, sin una camisa, de 61 años, a este Convento Real de San Marcos.... Enfermo  por tres heridas que con los fríos y la vecindad de un río  que tengo a la cabecera, se me han cancerado y por falta de cirujano me las han visto, no sin piedad, cauterizar con mis manos...

Pido a V.E. tiempo para vengarme a mi mismo....

No digo que es envidia la que me difama, aunque pudiera, pues hay envidiosos de mas calamidades en el miserable como de menos dichas en el afortunado (último ingenio de la malicia humana).

No me falta para muerto sino la sepultura. Todo lo he perdido. La hacienda que siempre fue poca, hoy es ninguna entre la grande costa de mi prisión y de los que se han levantado con ella....

A los amigos la adversidad los atemoriza...

No quiero vivir más, sino vivir bien algo, aunque poco......





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