Una historia cotidiana: Alonso Jiménez y Juan Fernández vieron una excelente oportunidad de negocio en la venta de almizcle , sustancia escasa y muy codiciada para la elaboración de ungüentos, pócimas y otros brebajes curativos. Todo marchaba viento en popa hasta que un cliente, cardenal boticario en la villa de Illescas, descubrió que la sustancia que vendían nada tenía que ver con el verdadero almizcle. Analizadas algunas muestras comprobaron que la materia fraudulenta se componía de hígado seco molido, polvo de carcoma y pelos de becerro, todo ello envasado en unas capsulitas de plomo. Apresados por la justicia, los estafadores dieron con sus huesos en la cárcel real de Toledo. El 14 de julio de 1595 el corregidor de Illescas pronunciaba la sentencia condenando a los reos a una serie de penas y al pago de las costas judiciales: Que de la cárcel en que están... sean sacados caballeros en sendas bestias de albarda, atados pies y manos, con sogas d...
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