La negociación para casar a Carlos, Príncipe de Gales e hijo de Jacobo Estuardo con la Infanta María, hermana pequeña de Felipe IV, resultó un fracaso de la diplomacia en el que tuvo mucho que ver la resistencia, por parte de las autoridades eclesiásticas, a la celebración del enlace. A principios de 1623, Carlos llegaba a España de incógnito para acelerar los trámites de su propia boda. Aunque, finalmente, las negociaciones no llegaron a buen puerto, tampoco se planteó ningún obstáculo para que él y sus acompañantes vivieran a cuerpo de rey durante los más de seis meses que permanecieron en nuestro país. Para sorprender a tan ilustre persona, pidió el Rey a todas los religiosos que procesionaran el Viernes Santo con algunas mortificaciones exteriores decentes. Trinitarios, franciscanos, mercedarios o capuchinos salieron a la calle Mayor de Madrid, en dirección a palacio, unos con calaveras y cruces en las manos, otro...
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