El 13 de septiembre de 1695, el Obispo de Solsona redactaba un manifiesto a favor de la ciudad de Zaragoza y en contra de la decisión tomada por su Arzobispo. Desde tiempo inmemorial contaba la ciudad con el privilegio de poner precio a la carne que se despachaba en carnicerías y abastos. El procedimiento era el siguiente: las autoridades locales compraban el ganado al por mayor al precio más barato posible y luego lo revendían al detalle a los expendedores a un precio mas alto, de tal forma que las ganancias obtenidas se destinaban a la administración de este servicio y a compensar las posibles pérdidas que se producían en los meses de invierno cuando las reses enflaquecen. Y como es constante en buena Teología que todas las cosas vendibles tienen tres precios: uno ínfimo, otro mediano y otro supremo..... , Zaragoza tenía plenos poderes para señalar el precio supremo a la carne, mayormente cua...
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