El duque del Infantado y Pastrana, mayordomo mayor de la reina Mariana de Austria, madre de Carlos II, intercedió lo que pudo ante la soberana para admitiera a su servicio al marqués de Castromonte, Luis de Baeza y Manrique de Lara.

 La sangre tira y aún cuando el parentesco era por línea natural, el duque agradeció  a la reina que el 18 de septiembre de 1672 concediese al joven marqués la merced de trabajar para ella, eso sí....sin más ejercicio que entrada hasta la antecámara.

Sin embargo, unos meses más tarde, la cúpula de la servidumbre real empezó a sospechar que el joven mayordomo ocultaba el padecimiento de alguna enfermedad que podía ser contagiosa.
El duque del Infantado ordenó a varios protomédicos y cirujanos de S.M. que reconociesen al paciente para descartar   la temida enfermedad de lamparones o escrófula.

Tras un primer examen a cargo de los cirujanos licenciado González, Antonio de Oliver y Diego Fernández Serrano, el día 2 de mayo de 1673 rubricaban un informe en el que aseguraban no haber hallado en el paciente  rastro de la enfermedad referida.

A los médicos  Gaspar Bravo, Juan Camacho, Francisco Enríquez de Villacorta, Miguel de Alba, Cuevas, Santa Cruz y  Farinas se les ordenó reconocer al marqués e informar de forma individual. Todos coincidieron en que al presente no se palpaban tumores en la garganta, descartando por tanto,  la escrófula. Pero sí que observaron cicatrices de apostemas en ambos lados del cuello que, aunque estaban totalmente curadas podían ser compatibles con las secuelas de  la enfermedad de lamparones. Emitieron sus informes el día 3 de mayo.

La situación obligó a actuar con rapidez y a llamar al doctor Juan de Chávarri que había tratado a Luis doce años atrás cuando,  siendo probablemente un niño, había convalecido de una importuna destilación de la cabeza con tos,   se le hizo un absceso en el cuello, en la parte derecha, que se abrió con lanceta y no con fuego  y se curó regularmente con medicinas usuales.... El doctor Chávarri aseguró que en ningún momento sospechó que se tratara de  lamparones, entre otras razones porque la curación fue rápida y no fue necesario recurrir   a los cáusticos como el solimán para extirpar sus raíces...Por otra parte la naturaleza de los lamparones es reverdecer y abrirse en breve tiempo....lo que, en ningún modo ocurrió  porque el marqués había gozado de muy buena salud en los últimos doce años.

Todos los expertos concluyeron  por unanimidad que el paciente ni padecía ni había padecido la susodicha enfermedad, con lo cuál no existía riesgo de contagio.

Fuera esta causa u otra , el marqués, sin descendencia, en plena juventud,  pasaba de ésta a mejor vida en Madrid el 21 de octubre de 1674.





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