Mr. Bouquet era capitán de artilleros del ejército francés en Belfort cuando comunicaba, a través de una carta manuscrita en francés,   el resultado de sus osados experimentos al cónsul general de España en París.

Escribió la carta  el día 4 de diciembre de 1869. El 29 del mismo mes llegaba a manos de José Echegaray, flamante ministro español de Fomento por aquél entonces.

El oficial francés era conocedor de los efectos que la valeriana medicinal, propia de países fríos,  produce en los gatos domésticos:
 Les atrae desde lejos,  se revuelcan en ella con frenesí; si accidental o voluntariamente se deja caer  en un lugar cualquiera, seguramente, al poco rato todos los gatos del barrio acudirán  a retozar  juntos encima de la valeriana, cuyo olor es muy desagradable.

Hacía mucho tiempo  que el capitán tenía curiosidad por saber si produciría el mismo efecto  en los leones, tigres, panteras, jaguares, pumas y en todos los otros felinos.

Le permitieron llevar a cabo sus experimentos en un zoológico donde había una pantera, un jaguar y un puma, cada cuál en su jaula. Con una dosis aproximada  de un dedal de polvo de  valeriana para cada animal pudo comprobar que los tres reaccionaron del mismo modo, con una excitación parecida a la que muestra   un perro que se ensaña con su presa, con un vigor y una persistencia increíbles.

En otra jaula, donde estaban recluidos dos leones adultos y un cachorro, lanzó también un poco de valeriana. Inmediatamente los tres animales se precipitaron sobre la sustancia y comenzaron a revolcarse. Luego, acostados sobre la espalda se agitaban con violencia. Los movimientos eran tan rápidos que apenas podían apreciarse.  La escena era tan imponente como cómica;  incluso el propio militar recomendaba esta práctica a quien deseara disfrutar de un espectáculo curioso y emocionante   que duraba  una media hora tras la cuál las fieras parecían angustiadas.

Aunque no consiguió  experimentar con   tigres,  Bouquet dedujo que seguramente estos felinos, al igual que sus congéneres, sucumbirían a la influencia de la valeriana.

Pero cuál podía ser la aplicación práctica de estas averiguaciones. Pues, ni más ni menos que la caza de las fieras. Los aficionados a la actividad cinegética podían cobrar piezas en abundancia a la par que disminuían el riesgo de ataques a las personas en aquellos países en los que habitan.
El olor de la planta atraería a los grandes carnívoros a un lugar determinado donde se hubieran excavado  fosas o colocado trampas

La información tenía  interés tanto para Francia como  para España porque los grandes felinos formaban parte de la fauna de las  posesiones coloniales de ambos países en América y Africa.

El primero que solicitó permiso para poner en práctica el nuevo método de caza fue el gobernador general de Argelia.
Por parte de España, desconozco si se llevó a cabo o no esta práctica,  pero sabemos que a principios de 1870 el  ministro de Fomento, José de Echegaray, informaba personalmente al ministro de Ultramar de la prometedora novedad en materia cinegética.





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