LA RABIA:

El 7 de junio de 1819, el Dr. Félix Martínez López, asistido por  sus colegas: Dr. Francisco Muñoz y Dr. Manuel Sánchez Correa, redactaba un informe  a petición del gobernador de las Salas de la Real Chancillería de Valladolid. Era el Dr. Martínez, además de director, decano  de la Real Academia de Medicina de la citada ciudad y había sido requerido para que especificara con detalle las prevenciones  que  se debían observar para preservar la salud pública y atajar  un brote de rabia que acababa de manifestarse. Se pronunciaban los expertos en estos términos:

Que no es fácil señalar el tiempo que prudentemente dura el mal de rabia en las personas de ambos sexos y animales, pues el veneno rabioso tarda mas o menos en manifestarse en función de una serie de circunstancias. La susceptibilidad de cada individuo o la penetración del diente canino en la mordedura. 

En el primer estadio de la enfermedad el perro contagiado se muestra triste, no quiere comer ni beber, lleva la cola tendida y las orejas caídas....Ante estos síntomas se le debe de atar, aunque lo mas acertado sería matarle.

Respecto a las formas de prevenir la extensión de la rabia habría que limitar el exorbitante número de perros que, por cierto entusiasmo de las gentes, se han multiplicado....Se debe prohibir severamente que los perros coman las carnes de animales muertos por cualquier enfermedad, para lo cual deben de enterrarse en fosas profundas de modo que no puedan dar con los cadáveres. Así mismo, que los dueños de perros de presa, mastines o lebreles los tengan con el freno o bozal bien ajustado, de manera que no puedan morder a nadie. Que se prohíba vender carne y leche de reses que hayan sido mordidas por perros rabiosos. A los ministros inferiores -es decir, alcaldes de pueblos-  se les debería encomendar la labor de perseguir el tropel de perros cuando incitados del estro venéreo, riñen y se enfurecen mordiéndose unos a otros y a las gentes...Que se castigue a todo aquél que azuza, excita o suelta a la calle un perro recién desencadenado..., pues viéndose en libertad suelen tirarse al primero que pasa. Y por último, que se gratifique como "amigo de la humanidad" al sujeto que justifique haber muerto a cualquier bestia con indicios de rabia futura o actualmente hidrófoba.

Reconocía el médico la dificultad para determinar si un perro,  al que se había dado muerte por sospechoso, padecía o no la rabia y aconsejaba practicar  el  método que figuraba en el Memorial de la Real Academia de Ciencias de París (año 1723), según el cual había que frotar  con un pedazo de carne la boca y encías del perro que se mató; y cuando la carne está impregnada de la saliva y baba, dársela a comer a un perro sano, el cual, si el otro rabiaba, al olerla huirá aullando y espantado; y si no, la devorará inmediatamente....



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