OBRAS: PILAR DE ZARAGOZA:
En las Cortes Generales de Aragón celebradas en 1678, los diputados del reino solicitaban al rey que, habiendo fallecido el duque de Villahermosa, titular de la encomienda mayor de Alcañiz, permitiera S.M. aplicar las rentas asociadas a tal dignidad a las obras de construcción de la iglesia de Nuestra Señora del Pilar. Al tratarse de una encomienda militar de patronato real, Carlos II accedió a la petición y ordenó que por espacio de diez años (1692-1702) el dinero que generaba el patrimonio de la institución se aplicara a la construcción del templo. Pero, suele ocurrir que en una obra de tal magnitud todos los recursos son pocos y cuando se acercaba el final del plazo, de nuevo las autoridades civiles además de las eclesiásticas solicitaban una prórroga de otros diez años para el mismo fin. Esta vez fue ya Felipe V (o sus consejeros) quien accedió a la petición.
Por otra parte, allá por el año 1530, reinando Carlos I se había iniciado la construcción de la acequia imperial que comienza en Tudela...., cuya agua se saca del río Ebro. El ambicioso proyecto inicial pretendía impedir que la acequia imperial se incorporase con el río Jalón. Para ello se dispuso estrechar el cauce del río para pasar por debajo de él la acequia .....Sin embargo, este plan resultó inútil porque el agua que transportaba la canalización se consumía en Luceni, dos leguas antes de llegar al punto de encuentro con el Jalón, habiendo regado hasta allí ocho leguas de terreno. Se discurrió, entonces, hacer una presa en el mismo río Jalón de la que saldría una acequia que regara las dos leguas a las que hemos hecho referencia.
Pero se había edificado ya un buen tramo de muros de canalización que quedaron abandonados cuando se descartó el plan inicial. Habían pasado 150 años cuando alguien tuvo la feliz ocurrencia de aprovechar la piedra de sillería de los muros abandonados para la construcción de la basílica del Pilar. La idea fue abrazada por eclesiásticos y seglares que pusieron manos a la obra para solicitar a Carlos II el pertinente permiso. Tras los trámites burocráticos, en julio de 1694, el arzobispo, supervisor de los trabajos, tenía en sus manos la licencia real para utilizar la piedra en ....aquella gran fábrica tan del servicio de Dios y de su Purísima Madre que, viniendo en carne mortal, favoreció aquel reino y le dejó su Santísima Imagen....
Efectivamente, aunque el rey dio su permiso, era menester observar algunas condiciones: Que se saquen las piedras de sillería que hacen de corteza sin destruir la parte interior del muro (de piedras ordinarias). Que las armas del señor emperador no se descompongan sino que, sacándose las piedras de sillería que las encajan en la pared, se suplan con fábrica que las mantenga en forma muy duradera.....La tercera y última condición era que, antes de iniciar el transporte de la piedra hasta Zaragoza, se hiciera un cálculo del coste de todo el proceso por si no saliera a cuenta.
Comentarios
Publicar un comentario