La necesidad de  satisfacer las más básicas necesidades vitales aún en tiempo de escasez, hizo que nuestros antepasados se las ingeniaran para conservar los alimentos, de forma que pudieran ser consumidos fuera de la época de recolección.

Salazones, ahumados, congelación , elaboración de conservas o desecado son algunas de las técnicas que se utilizaron y que, a día de hoy, siguen teniendo plena validez o, incluso, vuelven a retomarse para elaborar, de forma artesanal, exquisitas viandas.
Veamos algunos consejos que, a este respecto, recogen los cronistas de los primeros años del siglo XIX.

Para conservar las frutas fuera de temporada, lo ideal es recolectarlas cuando están algo tenientes, es decir, no demasiado maduras.

Las peras se conservan bien sobre paja larga de centeno en un lugar protegido; si el frío es muy intenso, conviene cubrirlas con paja trillada.

En el caso de las manzanas, los peros y las camuesas,  se debe proceder de la misma forma, pero antes de extenderlas es recomendable taparlas con varias mantas por espacio de dos o tres días para que suden.

Las ciruelas, endrinas y mirabolanas, colgadas con sus ramas del techo o tendidas, no muy espesas, sobre paja de centeno en una pieza enjuta y abrigada.

Entre la ropa de cáñamo o de lino se conservan bien los membrillos. Las granadas, colgadas con algunos hilos del techo.

Nueces, avellanas, castañas y bellotas pueden mantenerse  algún tiempo como recién cogidas, si se colocan entre arena fresca.

Para elaborar ciruelas, cerezas o uvas pasadas, se meten en una cesta y se sumergen en lejía hirviendo ...y en estando un breve espacio en la lejía, sacarlas y ponerles azúcar y al sol...

Las serbas (fruto del serbal de cazadores), conviene colocarlas sobre paja de centeno, trigo o cebada, pero no se han de comer hasta que ya se quieran pudrir porque antes no están de buen sabor.

Todas las frutas que se deseen conservar frescas, deben ser recolectadas en menguante de luna y en tiempo claro y sereno y con la fuerza del sol....


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