Fernando Alvarez de Toledo y Pimentel, el Gran Duque de Alba, fallecía en 1582, cuando apenas era acabada la alegría del nietecico, cuando lo mezcló con la dolencia del agüelo porque estas son las prisiones y tributos de esta vida mortal.... De esta guisa se expresaba Fray Luis de Granada en una carta de consuelo que enviaba a María Enriquez, la viuda, llena de lisonjas hacia el finado.
En primer lugar, refería el clérigo, debía dar gracias a Dios por haber sido la señora más bien casada de cuantas ha habido en nuestros tiempos....
Otro motivo de gratitud...habérselo Dios conservado cincuenta y tantos años ... porque si reparara en todas las señoras casadas de España, viere cuán limitada fue la vida de sus maridos; hallará muchas viudeces muy tempranas y muy pocas casadas que tan largo espacio lo fueren como usted.
Era el Duque un personaje católico hasta rayar la obsesión. Confesaba y comulgaba cada mes (recordemos que entonces no existía la práctica de comunión diaria), además de los días festivos como el 15 de agosto, el 25 (por ser el aniversario de la batalla de Lisboa) y el día de Nuestra Señora de septiembre.
Tenía oración cada día por largo espacio delante de un crucifijo que tenía......y porque en las enfermedades no podía tomar este tiempo para oración y meditación, usaba de unas breves oraciones que llaman jaculatorias....y decíame que le iba muy bien con ellas.
Cada vez que confesaba habíamos de estar dos o tres horas hablando de esta materia (Dios) aunque muchas veces estuviese con dolor de cabeza.
Duró su enfermedad postrera treinta y tres días y en ellos comulgó cuatro veces.
Su fama de justiciero implacable era reconocida incluso por Fray Luis, aunque le justificaba... Algunos le tenían por demasiadamente entero en las ejecuciones de la justicia .... pero.....a cuantos degolló en Flandes fue por herejes y rebeldes....
Austero pero generoso, enviaba cada mes 500 reales para repartir entre viudas pobres. El mismo día que expiró, ordenaba a su hijo D. Fernando que diese 1000 reales de limosna al clérigo que suscribe para repartir entre los pobres.
Tantas virtudes ornaban la figura del Duque, a juicio del fraile, que bien consideradas son bastantes para mitigar el dolor de esta pérdida.
Y para finalizar, un interesante consejo que, a buen seguro, haría mas llevadera la pérdida: Vemos que cuando está un vaso al fuego, no lo solemos tomar por la parte que quema sino por la que está fría; y, pues este caso tiene cosas que dan dolor y otras que dan consuelo....trabaje V.E. en poner los ojos en las que le han de consolar.
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