Isabel de Salazar, junto con otras mujeres,  formaba parte  de la expedición comandada por   Pedro de Mendoza  que pretendía  adentrarse en el difícil escenario de  la provincia de Río de la Plata. El numeroso grupo   se hizo a la mar en Cádiz, en el verano de 1535,  poniendo rumbo a las costas orientales  las Indias.

...Y como la armada llegase al puerto de Buenos Aires con 1.500 hombres y les faltase el bastimento, fue tamaña la hambre que al cabo de tres meses murieron los mil.......
Vinieron los hombres en tal flaqueza que todos los trabajos cargaban de las pobres mujeres, así en lavarles las ropas, como en curarles, hacerles de comer lo poco que tenían,....limpiarles....., armar las ballestas cuando algunas veces los indios les venían a dar guerra....Y  poner en orden los soldados porque en este tiempo, como las mujeres nos sustentamos con tan poca comida, no habíamos caído en tanta flaqueza como los hombres...Que si no fuera por ellas, todos fueran acabados. Y si no fuera por la honra de los hombres, muchas mas cosas escribiera con verdad y los diera a ellos por testigos....

Con escasos recursos humanos y materiales, tras detenerse algún tiempo en el entorno de  Buenos Aires, determinaron subir el río arriba, así flacos como estaban....los pocos que quedaban vivos y las fatigadas mujeres....
Llegaba el invierno y los fenómenos meteorológicos propios de esa estación agravaban las condiciones de supervivencia en  un hábitat ya de por sí complicado.

Las mujeres los curaban y los miraban y les guisaban la comida trayendo la leña a cuestas de fuera del navío y animándoles con palabras varoniles......, que no se dejasen morir, que presto darían en tierra de comida, metiendolos a cuestas en los bergantines con tanto amor como si fueran sus propios hijos.

El viaje proseguía a duras penas y llegando a los dominios de una tribu de los  indios llamados timbues, señores de mucho pescado, las mujeres se afanaban en buscar nuevas formas de cocinarlo para que no les diese en el rostro a causa de que lo comían sin pan y estaban muy flacos.

Tal como refiere (y seguramente exagera) Isabel de Guevara, gracias a que la debilidad no hizo mella en las mujeres, éstas determinaron  gobernar el navío y tomar el remo al soldado que no podía bogar....
Verdad es que a estas cosas ellas no eran apremiadas ni las hacían de obligación....

Cuando llegaron a Asunción   los recursos materiales  también escaseaban.  De nuevo las mujeres se pusieron a trabajar rozando con sus propias manos, carpiendo y sembrando...sin ayuda de nadie hasta que los hombres se repusieron de sus flaquezas y comenzaron a señorear la tierra....

Viene a cuento todo esto porque el 2 de julio de 1556 está fechada una carta que Isabel de Guevara, nuestra protagonista, escribía a la princesa Juana de Austria, entonces regente  del reino,  lamentando su mala fortuna  porque siendo ella una de las   "heroínas"  de aquel viaje,  no fue partícipe  del reparto de bienes que se hizo entre los expedicionarios que se establecieron en Asunción.....La ingratitud que conmigo se ha usado en esta tierra....sin que de mi y de mis trabajos se tuviese ninguna memoria; y me dejaron de fuera, sin me dar indio ni  ningún género de servicio. 

Mucho me quisiera hallar libre para me ir a presentar delante de V. Alteza........,más no está en mi mano porque estoy casada con un caballero de Sevilla que se llama Pedro de Esquivel, que por servir a S.M. ha sido causa que mis trabajos....se me renovasen de nuevo porque tres veces le saqué el cuchillo de la garganta......
Suplico mande me sea dado mi repartimiento perpetuo y en gratificación de mis servicios mande que sea proveído mi marido de algún cargo conforme a la calidad de su persona...... 

Desconozco el desenlace de la historia y si las exageraciones dieron el fruto pretendido.





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