ANA DE AUSTRIA ENTRA EN ESPAÑA:
Había enviado Felipe II las instrucciones que debían observarse ante la inminente llegada a España (por Santander) de su cuarta y última esposa, además de sobrina, Ana de Austria. Hasta las tierras cántabras se habían desplazado por orden del rey, Gaspar de Zúñiga y Francisco de Zúñiga, tío y sobrino, arzobispo de Sevilla y duque de Béjar respectivamente, quienes habrían de acompañar a la reina en su periplo hacia Madrid.
Debido a un descuido del secretario se dejó de poner en la instrucción que allá tenéis, la orden que debéis de guardar en la capilla donde la serenísima reina, mi mujer, saliere a oír misa en público......Por eso el 24 de septiembre de 1570 Felipe II escribía a los Zúñiga advirtiéndoles del modo en que debían proceder como acompañantes de la joven reina en esa primera misa pública.
Vos, el cardenal, habéis de tener allí el lugar y asiento que sabéis que yo de ordinario acostumbro dar a los cardenales que asisten en mi capilla cuando yo oigo misa en público. Y vos, el duque, os sentaréis un poco más abajo del cardenal, en silla rasa de terciopelo con escabel delante cubierto de terciopelo, de la misma manera que era costumbre colocar a los embajadores de otros reinos en sus visitas a la corte española.
El 18 de octubre, cuando ya la reina se encontraba en España, el monarca se dirigía por carta a la abadesa de Las Huelgas de Burgos, Francisca Manrique, agradeciendo su ofrecimiento para que mi muy cara y muy amada mujer fuese a esa casa......Y he venido en ello de muy buena gana; y con la misma lo hará la reina, yendo a oír misa y comer en ella el día que hubiere de entrar en esa ciudad....Reconocía el rey que las oraciones de las monjas a Nuestro Señor por el buen viaje y navegación de la reina, habían sido escuchadas y mostraba su gratitud por ello.
Sin embargo, aún reconociendo la mucha religión y recogimiento con que en esa casa se vive........, me ha parecido advertiros que por quitar las ocasiones, debéis proveer y ordenar que no entren con la reina dentro del monasterio otros hombres más que los que pareciere que pueden y deben entrar. Que cuantos menos fueren será lo mejor......
Atando todos los cabos, así gustaba de obrar Felipe II.
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