En 1799, en las inmediaciones de la Isla del Rey, en el gobierno de Panamá, un esclavo negro pescó una perla de grandes dimensiones, de un valor excepcional  y con forma de calabaza.

D. José Hipólito Bernal y Serrano, Teniente de Dragones y Juez Pedáneo de Panamá, parece ser que pagó una cantidad irrisoria al esclavo,  se hizo con el preciado tesoro y lo  dejó en depósito en casa  de D. Antonio de Narváez Latorre, Gobernador de Panamá. Su intención era ofrecérsela a Godoy (Príncipe de la Paz) para que, a su vez, se la mostrase a la Reina y, si era de su agrado, la adquiriera por su justo precio, en este caso muy elevado, debido a la excepcionalidad de encontrar un ejemplar de tan colosales dimensiones ( su peso era de 56 kilates).

Enterado Godoy, ordenó que se enviase la perla a España tan pronto como fuera posible hacerlo de forma segura.

Entretanto, el Sr. Narváez  apreciaba  indicios de delito en la compra que había efectuado Bernal y ordenaba abrir diligencias e iniciar un expediente que se prolongó mas de siete años con idas, venidas, mentiras, testimonios falsos, declaraciones codiciosas y juicios parciales.

Por el pleito que se desencadenó, por  falta de seguridad para el envío, por la existencia de piratas y corsarios en los mares y por el peligro de nuevas hostilidades con Inglaterra, la perla no llegaba a la Corte de España.  Era ya un asunto de Estado y  mediado el año 1807, Maria Luisa de Parma se mostraba impaciente. Godoy, entonces,  determinó que lo mejor sería encargar la custodia y el traslado de la perla a la Casa  Morphi de Londres. Aunque era un momento de enemistad manifiesta entre España e Inglaterra, los negocios iban por otra vía y ésa era segura.


A finales del siglo XVIII se había pasado orden a todos los Gobernadores de las provincias de Centroamérica  con el fin de  que adquiriesen todas las perlas de mejor calidad para remitirlas a la Corte, pues habían de servir para el uso de S.M. la Reina.

En 1804 Jose Bernal viajaba a España llevando consigo un  hilo de collar de perlas para S.M.. La pieza principal de este collar era una perla en forma de perilla, blanca y perfecta, de buen tamaño. Juan Soto, diamantista de SSMM, la tasó en 270.000 reales, aunque, no es posible calcular un precio fijo, pues éste solo se fomenta por las modas y caprichos del día.

La Real Hacienda abonó al interesado el valor de esa y de otras piezas de menor tamaño.

La gran perla de 56 kilates estaba por llegar......

Ilustración que acompaña el largo expediente. (Archivo General de Indias, secc. Estado)





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