Las carnes constituían una de las materias primas de mayor consumo en la alimentación de nuestros antepasados. Hasta hace relativamente poco tiempo así ha sido, por supuesto, siempre que la capacidad adquisitiva de los consumidores lo permitía. Pero eso es otra historia.
En las casas de la Princesa de Eboli se gastaba dinero a espuertas. Altiva y gran amante del lujo, tras la muerte de su marido Ruy Gómez de Silva, el descontrol en la administración de su patrimonio acabó dando al traste con parte de él.
El coste de la buena mesa, casi de ordinario con ilustres invitados, no era problema para la acaudalada familia. Las copiosas cenas donde se servía carnero asado seguido de ternera, pichones y conejo, eran habituales.
De entre todas las carnes que se consumían a finales del siglo XVI, destaca la de carnero por la frecuencia y la variedad de recetas en las que era utilizada.
Carnero para olla, carnero para cocido, para albóndigas, para carbonadas, lampreado, en gigote, carnero para almojabanas, para pastel en bote, para artaletes, para gobiletes, para (hacer) una estrella, lomo de carnero en adobo, lenguas, cabeza, cola de carnero, asadura, sesos, turmas....
También formaban parte de la dieta otras carnes que se cocinaban, en general, asadas o cocidas. Era muy apreciada la casquería. Llama especialmente la atención que se pagaran 26 maravedíes por una libra de carne magra de ternera y por una cabeza de la res con todo el hueso y desperdicio se pagaran 156 mrs o lo que es lo mismo 4,5 reales.
Una sesada de carnero, cuyo peso es menor de media libra, valía 10 mrs y una asadura del mismo animal costaba 68, mientras que una libra de carne valía 16.
Un cabrito entero 102 mrs (3 reales) y una docena de manos del mismo se pagaba a 44.
Dos turmas o criadillas (sin especificar de qué animal) para fritas, 44 mrs el par.
Una codorniz 37 mrs y una docena de pájaros 34.
La libra de jabalí estaba a 40 mrs. No me consta que se consumiera carne fresca de cerdo doméstico salvo tocino, que costaba 32 mrs la libra.
La carne de vaca era la mas barata, a 14 mrs/libra.
El conejo se cotizaba a 60 mrs/pieza y los gazapos pequeños a 34 cada uno. Mas caro resultaba el pollo, a 60 mrs la unidad y la perdiz, por la que se pagaban 68. La gallina se consumía cocida o asada y de ella resultaban especialmente exquisitos, al parecer, los menudillos y madrecillas.
En cuanto a las especias o condimentos con que se aliñaban las carnes, sabemos que se adobaba con ajos y orégano. Se utilizaba, en la elaboración de los platos, sal, manteca, aceite, vinagre, azucar, miel, mostaza, canela y otras especias.
En general, los precios de la carne eran asequibles (con reservas), mucho más que los de algunas hortalizas, frutas o pescados que resultaban prohibitivos para las familias de condición humilde. Eso lo trataré en otro capítulo; hoy toca hablar de los potentados.
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