D. Francisco Pacheco de Toledo,  Cardenal de la Santa Iglesia de Roma del título de la Santa Cruz en Jerusalen, conocedor de la existencia de unas reliquias en la iglesia de la villa de Villasandino (Burgos), ordenaba, bajo pena de excomunión,  que fueran colocadas en lugar decente y reverente adonde puedan ser visitadas y veneradas comodamente de los fieles.....
Se trataba de la cabeza de San Ambrosio, Doctor de la Iglesia, guardada en una caja con su mitra colocada,  más un hueso grande de San Ciriaco y otra cabeza y otro hueso de santo, ambos sin título, es decir, de pertenencia desconocida.

Para fomentar la devoción a las citadas reliquias, el Cardenal prometía cien días de perdón a toda persona que, el día de la festividad de Nuestra Señora de septiembre, visitase los sagrados restos y rezara cinco Paternoster y cinco Avemarías aplicados para el aumento de nuestra religión católica y sus ministros y la reducción de herejes.....  Tal orden se expedía en 7 de febrero de 1578.

Siendo Papa Urbano VIII, había sido publicado un Breve donde se señalaban las fiestas de guardar para toda la cristiandad.  El documento incluía toda una relación del santoral del momento e instaba a que cualquier villa o lugar elija por su patrono al santo que les parezca, solamente uno....para que se guarde su fiesta.

En Villasandino se planteaba un serio problema. La población local, a estas alturas, se había convertido en devota de San Ambrosio, incluso, gracias a su intercesión, se habían logrado importantes beneficios para el común de vecinos; de tal manera que todos lo consideraban patrono de la población. Pero resultó que en la relación de santos publicada en el Breve entre los cuales había que elegir patrón, no figuraba San Ambrosio. Por eso, reunidos en concejo a campana tañida, tanto seglares como eclesiásticos acordaron nombrar a personas solventes que tramitaran lo necesario para que el común pudiera gozar del patronato deseado,  honrar  al santo y celebrar su  festividad. Hablamos de marzo de 1646.

No hubo mayor problema al respecto y se concedió a la villa licencia definitiva  para nombrar por patrono a San Ambrosio en diciembre de 1649, previo juramento,  por parte de altas dignidades eclesiásticas puestas sus manos derechas en pechos,  de la autenticidad de las reliquias.

La licencia, según los documentos manuscritos, fue signada, entre otros  por D. Pedro Manso de Zúñiga, provisor del Arzobispado de Burgos.

 (Desconozco si  se trata de un error del escribano y, en vez de Pedro pudiera ser Francisco Manso de Zúñiga porque no cuadran las fechas).

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