Apenas transcurrían  los primeros minutos del domingo 14 de diciembre de 1788, fallecía en el Palacio Real de Madrid Carlos III. Pocas horas antes había mandado llamar a su hijo y heredero a quien se dirigió con estas palabras: Hijo mío, ya acabé,  pues del medio cuerpo abajo ya estoy muerto y, aunque del medio arriba subsisto con algún espíritu, da pocas treguas...
Los cronistas siempre han atribuido a los monarcas una cualidad sobrenatural que les permitía soportar el dolor físico estoicamente y conservar la dignidad y la lucidez en los últimos instantes de su vida. Ésto, aunque posible, yo lo considero poco probable, con lo cuál hay que tomarse los relatos con las reservas necesarias. Así es que, prescindiendo de ello , conozcamos  algunos de los rituales o ceremoniales posmortem.
Floridablanca,  como Secretario de Estado, era el encargado de testimoniar la muerte del Rey. Para ello, acercando su rostro al del difunto, le decía... Señor, Señor, Señor. Al no haber respuesta, juntando su boca con la del mismo rey, le volvió a llamar por otras tres veces y viendo que no respondía.....le aplicó un espejo a fin de ver si con el aliento le dejaba empañado........

El Sumiller de Corps se dirigió,  entonces,  al Capitán de Guardia para comunicarle la muerte del soberano. El capitán respondió ...pues, que el Rey viva;  rompió su bastón en dos pedazos y los colocó sobre el cadáver, que luego fue trasladado al Salón de Embajadores para poder ser visitado por el público.

Colocado sobre una cama imperial de color de caña  bordada toda la colgadura,   se le vistió para la ocasión con un traje de gala de  estreno,  sombrero liso en la cabeza y  tres mantos. A la cabecera dos Monteros de Espinosa, uno de ellos sostenía una corona de oro en las manos y el otro  un cetro del mismo material. A los pies  dos Reyes de Armas con su columna cada uno, simbolizando la Nueva España.

Entorno al tálamo funerario se dispusieron siete altares en los que continuamente se celebraban misas.  Todo preparado según los cánones, salvo una pequeña incidencia; Carlos III había dispuesto que no se embalsamara su cuerpo por lo que el lunes a las 10:30 de la mañana fue preciso mandar cerrar las cajas  a causa de que no podía aguantarse el mal olor que despedía. Así  permaneció hasta el martes a las cuatro de la tarde, hora de su traslado definitivo a El Escorial acompañado del boato y pompa fúnebre propios de un regio funeral.

Refiere el cronista que tuvo ocasión de ver el cadáver, el cual  estaba sumamente negro y (con) los ojos hinchados. 

Durante todos los días que estuvo en palacio de cuerpo presente, se ha dispuesto la comida para él como si viviera.

En señal de luto, se cerraron organismos públicos  y tribunales durante 9 días.  Hasta el  23, víspera de Nochebuena, solamente funcionó la Secretaría de Estado. 



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