Las tensiones entre Iglesia y Estado son tan antiguas como ambas instituciones.
Baltasar de Moscoso y Sandoval, Arzobispo Primado de las Españas, Canciller Mayor de Castilla y miembro del Consejo de Estado tuvo sus más y sus menos con Felipe IV a cuenta de las exenciones tributarias de que gozaba el clero.  El Rey no consiguió su objetivo en esta materia y trató de buscar una vía alternativa para someter a obediencia a los Obispos.

Con este propósito  se dirigía por carta, el día 10 de mayo de 1658  desde Aranjuez,  al Cardenal Sandoval, máxima autoridad eclesiástica de España, afeándole  la ostentación de que hacía gala en la procesión del Corpus al llevar silla para sentarse en las paradas, almohada para las humillaciones que hacéis, salvilla con lienzo y el ir pajes para estos efectos.
Consideraba  el soberano que esta costumbre era contraria al ceremonial romano y no se correspondía con la imagen de humildad que Cristo había querido para sus Apóstoles.
No podéis vos conseguir estando sentado que el pueblo esté con la reverencia, humildad y decoro que debe. Por esta razón...me ha parecido advertiros que....excuséis la silla, almohada y salvilla.....


La respuesta no se hizo esperar. Apenas un mes más tarde,  Sandoval desde su silla arzobispal de  Toledo, argumentaba las razones por las que era menester continuar con las celebraciones como hasta ahora. 
La humildad que Cristo nos enseñó no es contraria a la grandeza y majestad con que se deben adornar los templos y altares y los ministros de Dios cuando se ocupan en sus misterios.... El Cardenal instaba a Felipe IV a que no permitiese  rebajar la autoridad pontifical, a quien debía reservarse la decisión última en ésta y otras materias.     Desautorizar a las altas dignidades eclesiásticas  iría  contra la piedad y religión de Vuestra Majestad y de sus gloriosos y católicos progenitores, habida cuenta que éstos jamás objetaron cosa alguna en contra del boato procesional en el que, por cierto,  participaban.
El Corpus es fiesta de lucimiento, la ostentación de  los oficiantes debería  considerarse, incluso, necesaria para dejar  muy clara la diferencia entre el pueblo llano y el superior estado al que pertenecen los Prelados.
Sandoval acusaba  abiertamente al Rey de dejarse influenciar por los miembros de una única comunidad  (religiosa) en España que, a su juicio, actuaba  sólo en función de su interés particular. 

No faltaban en la misiva algunas puyas de refinada mordacidad.
Muy de alabar es, Señor, que en medio de tantos y tan graves cuidados, haya tanta atención al ceremonial eclesiástico......



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