La obra de Gil González Dávila, historiador y cronista, Teatro de las grandezas de la villa de Madrid, publicada en 1623, fue duramente criticada siglo y medio más tarde.  ¿ Por qué motivo?. Porque, al parecer,  el autor se permitió falsear y magnificar los datos con el fin de  dibujar una grandeza en  la villa y corte que, en realidad, no era tal.

Un corregidor puntilloso   que, a la vez desempeñaba el cargo de juez de abastos de Madrid allá por el año 1788,  además de hacer un censo poblacional muy fiable, con rigor y método se propuso registrar y contrastar todos los datos relativos al consumo del vecindario de la capital y, de esta forma, desmontar las afirmaciones  de González Dávila.

Cómo podía ser posible que en el Madrid de 1622 se necesitaran 410.000 carneros para el abasto de la población si en 1788,  habiendo aumentado ésta de forma exponencial,    280.000 cabezas de este género de ganado eran más que suficientes,  incluso ...comiendo carne en cuaresma....., se preguntaba exponiendo, al respecto,  argumentos razonados para demostrar   que las afirmaciones de González Dávila eran inciertas....  Entonces no había en esta villa una guarnición militar como hoy, que se compone de ocho regimientos de Infantería y Caballería, no había Guardias de Corps, no estaba aumentado el vecindario en más de 10.000 extranjeros (franceses, alemanes, italianos....). 


Ciertamente, la creación de fábricas (de salitre, de China...),  fundiciones y otros establecimientos industriales,    había contribuído  al  aumento de la población madrileña en el último cuarto del siglo XVIII  hasta el punto de que, en algún momento,  la oferta de viviendas habitables no era suficiente para atender la creciente demanda.

Incluso la popularización de los nuevos espectáculos atraía a la villa profesionales de  nuevos oficios: modistas, operistas, músicos, botilleros....
El antiguo juego de cañas y los toros dejaban  de tener interés para un vecindario cada vez mas  ilustrado que se aficionaba al teatro,  la comedia y las representaciones  musicales.

El censo de  Madrid  ascendía, estando la corte en ella y no en los (reales) sitios (Aranjuez, La Granja, El Escorial....), a 164.000 habitantes en el año 1788. Se  consumían, además de los carneros referidos,  2.500.000 arrobas de carbón más otras 500.000 arrobas para la casa real y cuarteles, 20.000 corderos y cabritos, 25.000 cerdos, 14.000 vacas o carnes mayores, 80.000 arrobas de pescado o bacalao, 80.000  de azúcar,  500.000 de vino, 1.180.000 (47.200 arrobas) libras de cacao, 50.000 arrobas de vinagre y 120.000 de aceite o  100.000 arrobas de jabón........

Gil González Dávila   elogiaba  la bonanza  del clima madrileño con ...aires delgados y puros de cielo sereno y claro que promete a sus vecinos una  salud muy constante...
También alababa la extraordinaria  riqueza de una tierra  enjuta y fuerte, comparable a la de Palestina, que, regada con el agua del  Henares, el Tajo y el Manzanares,  producía todo género de frutas,  hortalizas y cereales, así como  abundante caza y pesca. 

 Sin escatimar loores,  daba coba a los madrileños de esta guisa:
El natural de su gente es dulce, apacible y manso que los hace  prudentes, sabios, sutiles e inquiridores así en las artes liberales y mecánicas como en las ciencias profundas...

Y es que ya lo decía la Reina Católica...que los naturales de Madrid eran tan hombres de bien que se podían comparar con los mejores de sus reinos....




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