Habían pasado unos días desde el fallecimiento de Felipe IV. Su heredero, Carlos II  que  apenas contaba cuatro años de edad, debía  "aclamar y levantar" el Pendón Real como todo soberano  tras  ser proclamado.  Con tan corta edad eso no era posible, entonces se acordó que fuera representado por el duque de Sanlucar la Mayor y de Medina de las Torres, uno de los personajes más influyentes en la política de  los últimos años  de Felipe IV.

Así pues, el 8 de octubre de 1665 a las tres de la tarde, se reunieron en el ayuntamiento de Madrid los regidores, convocados con la debida antelación, con D. Francisco de Herrera y Enríquez, corregidor de la villa. No tardó en llegar el duque rodeado de señores, caballeros, títulos y  boato propio de las circunstancias. ....Vino a caballo desde las casas del conde de Oñate...., vestido de chamelote amusco (pardo oscuro) bordado de faja de oro, con botonadura, cadena y cintillo de diamantes, el sombrero con plumas....; en un caballo rucio llamado "el Solitario". No llevaba botas y venía desarmado.

Una vez dentro del edificio consistorial y siguiendo el protocolo, el corregidor le hizo entrega del pendón de damasco carmesí del ancho de la seda y del mismo largo,  redondo, bordadas a dos haces las armas reales de Castilla y León,  de lamas y torzales de oro....sujeto en una lanza de nueve pies de alto con unos cordones y borlas de seda carmesí y oro...El corregidor ordenó a los escribanos mayores del ayuntamiento: ......Denme por testimonio cómo en nombre de Madrid entrego este pendón real al excmo señor duque.....para que le levante por el rey nuestro señor D. Carlos II, que Dios guarde.

Acto seguido, los altos dignatarios, seguidos de un numeroso cortejo, se dirigieron hasta la Plaza Mayor donde, en un tablado de treinta pies de largo y veinte de ancho dispuesto a tal efecto, daba comienzo el ceremonial en el que el rey de armas mas antiguo dijo en altas voces: silencio, silencio, silencio; oid, oid, oid. Y el señor duque, teniendo el pendón en la mano, dijo: Castilla, Castilla, Castilla  por el rey nuestro señor. Y tremolando el pendón tres veces .... respondió el pueblo: amén, amén, amén. 

Y volvió el mismo rey de armas a decir: silencio, silencio, silencio....Así se repitió tres veces.  Luego,   toda la comitiva se encaminó hacia la plaza del Palacio donde estaba el rey niño asomado a una ventana para presenciar el mismo ritual por triplicado que habría de repetirse, una vez más,  en  la plaza del Convento de las Descalzas  y, de nuevo, en la Plaza Mayor donde hubo que iluminar el tablado, en este caso cerrado y alfombrado,  con doce hachas ...por ser ya anochecido. Allí el representante del rey entregó a la máxima autoridad consistorial el pendón.  Los escribanos, encargados de dar fe del acto, hicieron lo propio  a petición del duque: ...Denme por testimonio cómo este pendón real que he levantado por el rey....., le he vuelto a entregar al señor corregidor. Y habiéndole tomado el corregidor en su mano, le subió y puesto en el balcón de la esquina de las casas del ayuntamiento que cae a la plazuela de San Salvador donde está puesto un dosel rico para efecto que el pendón esté, como ha de estar, ocho días de día y de noche con dos hachas, quedando dos porteros del ayuntamiento de guarda.

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