Hoy tenía intención de dedicar mi artículo semanal a otro asunto, pero las circunstancias penosas que han vivido y viven algunos pueblos de Centroamérica, especialmente México, me han obligado a cambiar los planes para, mediante esta mísera contribución, mostrar mi solidaridad con todos los que sufren.
La tierra no está tranquila. La atmósfera tampoco. No, no es la ira de Dios la causa, como se creía hace no tanto tiempo. Es la naturaleza amiga, madre, hermana y, a veces, madrastra cruel.
Arequipa (1599) . Calabria (sábado 27 de marzo de 1638). Caracas (año 1641, el primer terremoto registrado en la ciudad). Santiago de Chile (marzo de 1647). Nápoles (5 de junio de 1688). Lima (20 de octubre de 1687 a las cuatro de la mañana). Chile, ciudad de Concepción (24 de marzo de 1751). Cadiz y Huelva (año 1755, más de 2.000 muertos). Santiago de Cuba ( 11 de junio de 1766). Calabria (5/7 de febrero de 1783)....Son solamente algunos de los terribles seísmos de los que tenemos constancia manuscrita.
Fray Andrea de Santa Mónica se dirigía por carta al P. Julio de Santa Inés describiendo algunas escenas de angustia y pánico colectivo cuando allá por el año 1688, siendo 5 de junio a las cuatro de la tarde, la tierra tembló con furia en las inmediaciones de Nápoles dejando una escena dantesca de muerte y destrucción. .
Causaba terror el ver a muchos confesarse publicamente y a otros caminar por la ciudad gritando ¡Misericordia!......Pero lo que mayormente mueve a compasión es el ver un número infinito de doncellas, sueltos sus cabellos, frecuentando las calles con lágrimas, procurando, con sus inocentes exhortaciones, mitigar el rigor divino manifiesto en un tan serio castigo como éste......
Un siglo más tarde, un viajero que había salido de Nápoles el día 1 de febrero de 1783, arribaba al anochecer del día 4 a las costas de Tropea tal y como había previsto. Al día siguiente se dispuso a salir hacia Mesina pero las condiciones para navegar no eran las más favorables y hubo de regresar a puerto. Tropea era una ciudad cargada de historia y el viajero, ávido de conocimiento, decidió buscar las ruinas del antiguo templo de Marte en lo que hoy es la iglesia de San Jorge. Desde allí observó que el mar había recuperado la calma,.... El viento siroco y una densa nube cubría todo aquel horizonte formando, aquella oscuridad, un aspecto tétrico y melancólico.
Casi a la 1 de la tarde se sintió un rumor subterráneo semejante al desprenderse una multitud de piedras de una montaña....Pasaron dos minutos y un nuevo y ensordecedor ruido semejante a muchos cañonazos disparados a distancia de dos millas....llagaba acompañado de un terrible terremoto con cientos de réplicas que, durante dos días aterrorizó a la ciudadanía convirtiéndose en uno de los más mortíferos de la historia con un saldo final de casi 30.000 víctimas.
Horrorizaba ver las bocas que se habían abierto en aquellas montañas....Llegaba la noche sin poder hacer las gentes otra cosa que encender unas hogueras y defenderse con su calor de la soledad y del frío.....Los marineros compartían sus raciones de pasta y fruta seca con los damnificados. La solidaridad se palpaba...Era un tierno paso ver tanta gente y de diferentes inclinaciones que, olvidadas las pasadas enemistades, se abrazaban y consolaban unos a otros en aquella común desgracia...
(Con mis mejores deseos para el pueblo mexicano).
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