Siendo miércoles, primer día de abril de 1621, Felipe III pasaba de ésta a mejor vida al haberse agravado su estado de forma inesperada a causa de unas tercianas que acabaron mudando en tabardillo maliciosísimo.
Estuvo dos días y tres noches antes de morir, a ratos frenético...y murió dando muestras de grande arrepentimiento de sus pecados y de no haber remediado algunas cosas que el mundo ha deseado....
En su lecho de muerte estaba el Rey acompañado, quizá en demasía y como era de rigor, por prebostes, religiosos, cortesanos y otros aduladores. El padre Florencia de la Compañía de Jesús, su predicador, se convertía en el paño de lágrimas del apesadumbrado Monarca que, algunos ratos que volvía en sí, consciente de que su tiempo rozaba el final, decía: Ah Padre, si yo os hubiera creído no estaría ahora con tantos escrúpulos y peligro de salvarme. Estos que están a mis pies (donde estaba el Duque de Uceda) me han echado a perder.
Los reproches a su confesor eran, realmente, muy significativos: ¿Es posible que siendo religioso hayáis hecho tanto esfuerzo conmigo para que tuviera en mi servicio criados que han puesto en duda mi salvación?.....Y otras cosas de mucho sentimiento.
Temeroso del castigo divino declaró....que las donaciones que había hecho al Duque de Lerma de unos lugares de behetrías en Castilla la Vieja, que importan más de 60.000 ducados de renta, no habían procedido de su voluntad, manifestando su deseo de que fuera el Príncipe quien ordenara lo necesario para que tales propiedades volvieran a la Corona.
Muerto el Rey, parece ser que descuidáronse de embalsamar el cuerpo y al cabo de las 24 horas no se pudo hacer por estar tan corrompido y hediondo que, habiéndole puesto en un ataúd de plomo tapado con plomo derretido, lo hubieron de poner en otro de plomo sobre aquél y otro de madera y con todo, no se podía resistir el mal olor.
Lleváronle a enterrar el viernes 3 de abril al anochecer.....y salió el cuerpo acompañado por 44 frailes de diferentes ordenes a caballo, y 12 capellanes, y 40 o 50 criados y pajes...y la guardia de los arqueros, sin una hacha encendida y con tropel y sin orden alguno....
A los pocos días del sepelio de su padre, el nuevo Rey celebraba su 16 cumpleaños y los cinco meses del preñado de su primera esposa Isabel de Borbón.
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