Las dimensiones del complejo palaciego del Buen Retiro permitían adecuar espacios para algunas actividades deportivas y de ocio cuya práctica estaba reservada a personas distinguidas.
El mantenimiento de las instalaciones costaba no poco dinero a las arcas reales que se hallaban, casi siempre, en estado de estrechez.
Así pues, se decidió establecer una especie de alquiler para el juego de pelota y el juego de raqueta, cobrando a los usuarios un canon por cada partida, calculado de forma que se cubrieran los gastos ordinarios y extraordinarios y que, además, quedara en tesorería una ganancia respetable.
Vamos a situarnos en los años 30 del siglo XVIII, cuando D. Manuel Velez de Guevara y D. Antonio Alonso Aleman y Rosales ejercían como tesorero y contable de los dineros que se recaudaban por este concepto. Rendían sus cuentas a la marquesa de Astorga, encargada de las labores de dirección y gestión de las dependencias del palacio del Buen Retiro, tras el fallecimiento de su esposo.
Se pagaban por jugar un partido de pelota 5 reales de plata (9 reales y medio de vellón). En este precio estaba incluido el uso de las instalaciones, las pelotas, las palas de viento y las alpargatas con sus cintas para los jugadores.
Un partido de raqueta, por cierto, mucho más solicitado que el de pelota, resultaba más barato, 1 real de plata (casi dos de vellón); y también se proporcionaban a los jugadores las pelotas y las raquetas.
En enero de 1731 se disputaron 12 partidos de pelota y 245 partidas de raqueta. En marzo del mismo año 22 y 356.
En abril del año referido hubo que componer la pared larga del juego de pelota. Cobraron los albañiles por ello 39 reales de vellón (incluso el yeso blanco y negro). A Roque Rojo, carpintero, se le pagaron 20 reales de vellón.... por el aderezo que hizo en componer las celosías y recorrer las vallas ...., Más 50 reales de componer el suelo de dicho juego en que se ocuparon tres días cuatro hombres..... Y 3 reales por dar de blanco a la mampara de saque de dicho juego.
Por otra parte, cada par de alpargatas de las que usaban los jugadores costaba 3 reales. Y 1 real cada manija de seda para acondicionar las palas de viento. Por restaurar cada una de estas palas había que pagar 1 real y medio de plata (2 reales y 30 maravedís de vellón).
El precio de una docena de pelotas de raqueta era de 11 reales y 30 marav. Cuando había que renovar el forro de las mismas cobraba el artesano 2 reales de plata por docena de pelotas. Encordar de nuevo una raqueta salía por algo más de 15 reales.
A los gastos de reparación y mantenimiento había que sumar los salarios del juez de los dos juegos a razón de 4 reales y medio diarios. El muchacho que riega, limpia y coge pelotas percibía 21 reales y 6 marav. por cada 30 partidos entre diferentes jugadores ya que los desempates no se contabilizaban.
8 reales y medio era la asignación del muchacho que tantea y chaza en dicho juego de pelota por cada 12 partidos.
Como curiosidad apunto que en los meses de invierno los jugadores de raqueta tenían frío y no podían rendir como se esperaba, entonces se resolvió instalar un brasero en la cancha alimentado con carbón. El consumo mensual aproximado era de dos arrobas, unos 7 reales de vellón.
La tercera parte de los ingresos procedentes del juego de pelota iban destinados a reparar algunas necesidades de los huérfanos. Se trataba de una merced instituida por la señora marquesa de Astorga.
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