En febrero de 1634, S.M. Felipe IV, disfrutaba de  unas jornadas cinegéticas en las tierras del duque de Escalona, al parecer bastante fructíferas....... En tres días mató 14 lobos y 3 zorras....

Pocos días después, el 10 de marzo llegaba a palacio la noticia de la muerte en Hernani, señorío de Vizcaya, del hijo natural o bastardo que S.M. hubo en una señora doncella que ahora está en un convento en Nápoles. El niño se estaba criando en esa villa. Tenía ya 10 años. La triste noticia...ha causado lástima.

 Era uno más de las varias decenas de  hijos naturales, listos como conejos,  que el lascivo rey engendró en sus frecuentes encuentros carnales con damas de todo tipo y condición.

A los tres días de la mala nueva, en el convento de San Francisco de Madrid, un Santo Cristo de alabastro -otros dicen que es de madera-  atado a la columna, desnudo, dicen que sudó sangre y agua por el rostro, el cuerpo y espaldas....Y que le limpiaron tres veces con lienzos, en donde quedó estampada la imagen. Y que una lámpara que ardía delante de esta Santa Imagen, vertió aceite en cantidad que se recogió en ollas y escudillas....Esto sucedió el jueves por la mañana del día 13 de marzo de 1634.

Las guerras, la mala gestión y el despilfarro habían dejado el erario real, por enésima vez, en estado de quiebra. Así, el 5 de abril del mismo año, el reino concedió a S.M. el tributo conocido como Servicio Ordinario y Extraordinario (cargado al consumo),  que se hacía de tres en tres años, y otros arbitrios...para pagar el servicio de los 26 millones y medio.

De nuevo, el 27 del mismo mes...se otorgó por el reino la Escritura de Encabezamiento de las Alcábalas en favor de S.M. por espacio de nueve años. La firma de este tipo de documentos requería de la presencia de varios testigos. En este caso, entre otros caballeros actuó como tal el procurador por Burgos, conde de Castrillo, con su espada ceñida en el lugar que le tocaba de asistente..... El escribano encargado de rubricar el documento fue D. Francisco de Salazar, escribano mayor de rentas del Consejo de Hacienda.

En octubre, lejos ya de los calores estivales, el monarca se disponía de nuevo a gozar de unas cuantas jornadas de caza, con todo su séquito y  sus monteros, en El Escorial.

A finales de noviembre, a eso de las 11 de la noche, un incendio fortuito quemó la caballeriza del rey donde estaban los tiros de a seis caballos, que eran 42, de los coches de su real persona, de tal modo que al día siguiente algunos nobles tuvieron que  aportar los suyos propios para los desplazamientos del soberano.



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