Estando Carlos II con un pié en la sepultura, todos sus consejeros, confesores y hasta la propia reina Mariana de Neoburgo, su segunda esposa, intrigaban constituidos en dos bandos opuestos a ver quien se llevaba el gato al agua y ejercía la necesaria  influencia sobre   el rey para que testara en uno u otro sentido.

 La reina lideraba la corriente que pretendía el trono de España para  la casa de Austria. Y Portocarrero, el todopoderoso cardenal,  tras la muerte prematura de José Fernando de Baviera, se había convertido en adalid de la lucha a  favor de que el primer  Borbón, Felipe V, aposentara sus reales en el solio español.

La reina tenía sorbido el seso a su esposo, ella era, según sus propias palabras,  su principal ministro y dominaba por completo, habiendo fallecido la reina madre,  la voluntad del monarca.
¿Qué pasó, entonces, para que la balanza de la sucesión  se inclinara del lado de Portocarrero y sus adláteres?

En la Bibliotheque Nationale de France obra un curioso y extenso manuscrito que puede aportar pistas que expliquen la  decisión final de  Carlos II de entregar la corona al pretendiente francés cuando, al parecer, él mismo prefería la opción del archiduque de Austria.

La reina era joven,  agraciada,  de carácter poco afable pero, sobre todo,  muy ambiciosa y amiga del protagonismo.
....Es cierto que al principio se oponía .....a la admisión de un heredero francés; y que ella  hizo hacer a su esposo un testamento en  favor del archiduque Carlos, el cuál  fue remitido a Viena....

Pero algún tiempo después.....no se dejó de traslucir que por embarazar a la reina a que se opusiese a lo que  se pretendía del rey, su esposo, se la dieron grandes esperanzas de casarla con el delfín de Francia......, lo cuál no dejaría de ser grande tentación para una princesa de poca edad y que había estado casada con un marido que se reputaba por inhábil  de matrimonio.....
Jamás se podrá saber bien la verdad de este negociado....

Sea como fuere, lo cierto es que Felipe V se hizo con el trono y emprendió viaje a España. Tenía 17 años y decidió instalarse en el  palacio del Buen Retiro.  Desde allí cursó una orden para  que la reina viuda y todo su séquito salieran de la corte antes de que él hiciera su entrada en Madrid.

 Entre los desterrados se encontraban el último confesor del rey, Froilan Díaz,  y el obispo de Segovia,  inquisidor general  quien, con las orejas gachas,  se volvió a su obispado sin más dilación.  El padre Díaz se marchó a Roma, .....allí contó ingenuamente cómo había sido la disposición del testamento y cómo el rey Carlos les había dicho más de una vez que le había hecho contra su voluntad....Al llegar a  oídos de los franceses en Roma estas afirmaciones, el Papa Clemente se vio en la necesidad de encerrar al clérigo en el castillo de San Ángel, no como represalia sino para protegerlo de la cólera de los franceses. 

Mariana de Neoburgo se retiró a Toledo. .....Habiéndola sacado de la corte donde había reinado, para darla alguna satisfacción fue el rey Felipe a visitarla....., pero fue tan corta la visita después de seis meses que la hizo esperar este favor,  que la consoló poco en su destierro. 
El rey la saludó con más gravedad que la que corresponde a un joven príncipe, y príncipe francés, cuya condición autorizaba la franqueza de trato con las damas, aunque puede ser que lo motivase el natural encogimiento de la primera visita. Poco duró el encuentro,  conversaron sin tomar asiento  por espacio de un cuarto de hora y la hizo muchas protestas de  estimación y respeto...
A este tiempo puso la reina en las manos del joven rey un Toisón de oro guarnecido de pedrería.....Y el rey regaló a la reina una preciosa joya que representaba un águila de dos cuellos, rogandola la recibiese por prenda de la estimación y atención que toda su vida la tendría.

Pero el devenir de los acontecimientos se encargaría de demostrar que las promesas son solamente eso, promesas.
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