Los frentes abiertos por la guerra de  sucesión al trono español tras la muerte de Carlos II, se desarrollaron en distintos escenarios dentro y  fuera  de la península ibérica. En las regiones del  interior, el conflicto internacional pasó a convertirse en una guerra civil donde medían sus fuerzas los  dos bandos nacionales, partidario, uno, de la opción  borbónica,   y el otro de la austracista.
Así las cosas, un tercio de soldados de Infantería  procedentes de Galicia cumplía con la  orden de encaminarse hacia la ciudad de Zamora con el fin de engrosar el contingente de  tropas adeptas a la causa de  Felipe V.

El viaje era largo  y se necesitaban  varias jornadas para completarlo. Los soldados, cargados con pertrechos y armas, a medida que iban llegando  a los núcleos de población señalados para su  descanso, el común de vecinos (en general, por turno) estaba obligado a   proporcionarles, a ellos y a los animales de tiro que conducían,  cobijo y alimento. Era una de las cargas concejiles de obligado cumplimiento.

El día 18 de marzo de 1704, Martes Santo,  los regidores  de los lugares de Calzada, Calzadilla, Pumarejo, Melgar, Santa Croya y Santibáñez (todos ellos entorno al río Tera), llegaban a Vega de Tera, con orden que habían tenido del capitán del cuartel....Y allí habían tenido noticia que bajaban de Galicia  un tercio de soldados.... que venían a  hacer tránsito el día siguiente al dicho lugar de Calzada y otros circunvecinos...Y que necesitarían utilizar la barca para cruzar el río, camino de la ciudad de Zamora.

Ese mismo día 18, por la noche, los regidores  y más personas que habían llevado en su compañía, volvían a sus pueblos respectivos en la barca que hacía el recorrido por el río, con varias paradas,  a modo de una línea de transporte. En el trayecto...venían confiriendo que dicha barca les era muy perjudicial  y hacía mucho daño...El alcalde de Pumarejo se quedaba a dormir aquella noche en Calzada y los demás proseguían viaje.....Y yendo navegando por el río, iban diciendo que dicha barca era mejor echarla por el río abajo o hundirla y que la llevase el diablo....(a la hora de declarar nadie recordaba quien había pronunciado estas palabras porque era muy noche y viajaba mucha gente en ella..).

El miércoles por la mañana la barca apareció fuera del puerto, ....y distante de él gran trecho y a la boca del caño y presa del molino de Bartolomé García, vecino de Calzadilla. Y que ese mismo día, el barquero, con bueyes y maromas y gente que le ayudó, la había vuelto a dicho puerto.

Por la noche llegaban a Calzada, para alojarse allí, cuatro compañías del dicho tercio.

El Jueves Santo, día 20 de marzo,  por la mañana,  otras seis compañías de soldados que  llegaban, se encontraron con la barca hundida. Tanto soldados como vecinos recibieron ordenes de colaborar para sacarla a la orilla,  donde ..puesta en seco,  la hallaron con diez agujeros en el hondón hechos con diferentes barrenos....
Y los habían tapado y puesto unos tornos con estopas...., y echándola al río, viendo que no hacía agua, habían pasado por ella dichos soldados hacia la parte de Pumarejo, Melgar, Santa Croya y Santibáñez....

Mientras la tropa cruzaba el Tera en la barca, los carros que portaban los pertrechos se habían entrado al río por un vado que está inmediato al puerto donde navega dicha barca....Y el golfo del agua había llevado una carreta. Y una vaca de las que la traían se había ahogado...y las alhajas que iban en ella se habían caído al río. Y algunos soldados se habían echado a nado en él y habían sacado dichas alhajas.Y que se quedaban en el río algunos arcabuces..

Y ... era presunción común en todo aquél contorno que quien hizo semejante exceso era de los lugares referidos con el fin de excusarse del alojamiento de   los soldados.

D. Juan González de Baeza, alcalde mayor y corregidor de la villa de Benavente, enterado del asunto, ordenó llamar a declarar a los regidores de todos los lugares implicados. Todos fueron acusados de delito grave y se les exigió una cuantiosa fianza para quedar en libertad. Además hubieron de pagar el valor de la vaca, la carreta  y los pertrechos que se perdieron en el río.  Un par de arcabuces se recuperaron tras redactar un edicto amenazante que se ordenó colocar  en las puertas de las iglesias. 
La pena de prisión recayó en  un inocente  llamado Miguel de Toro, soldado de la plaza de armas de La Puebla de Sanabria, que no tenía otra culpa que haber intervenido en  una inoportuna conversación.
 Así es la vida.






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