El prestigioso jurista danés Oluf Lundt Bang se vio obligado, muy a su pesar, a dictar sentencia en el proceso seguido contra la reina consorte de Dinamarca Carolina Matilde de Hanover, por adulterio.

Siendo apenas una adolescente, Carolina  dejaba su tierra natal, Londres, para casarse con su primo Christian VII, rey de Dinamarca y Noruega. Éste  padecía algún tipo de trastorno mental que le impedía interesarse por alguna otra cosa que no fuera la bebida y los burdeles. Su médico de cámara Struensee, alemán de origen, era la persona que gozaba de su máxima confianza y quien,  más tarde, se convertiría en amante de la reina. De esta relación adúltera y de las declaraciones de los numerosos testigos que fueron llamados al juicio,  nos da cuenta un curioso manuscrito escrito en francés que se conserva  en el Archivo Histórico Nacional.

Catalina era infeliz y pronto puso sus ojos en el apuesto galeno alemán. 
Con motivo de la llegada del  año nuevo (1770) se celebraba en palacio una mascarada  durante la cuál la reina se mostró especialmente tierna con Struensee.  Se consolidaba   una relación de amistad especial entre el médico y la paciente dando por buena  cualquier excusa con tal de encontrarse.  En una ocasión Carolina se quejaba de un fuerte dolor en el costado, justo debajo del seno, que solo se vio aliviado con las friegas que  el conde médico le procuraba.

 Pero no fue hasta la primavera de ese año, 1770,  cuando se produjo el primer encuentro carnal de la pareja en el gabinete de la reina, sentados juntos en un sofá. A partir de ese momento la pasión se desató de tal forma entre ambos que nada ni nadie podía pararla. El médico se servía de una escalera secreta y un corredor oscuro para llegar cada noche al dormitorio de Carolina.....de suerte que, según  testigos...la cama de la reina estaba por la mañana en un estado que demostraba, no solamente que había dormido más de una persona, sino lo que allí había pasado....y que el pudor no permite a las testigos, como mujeres, explicarse con más precisión....
Incluso en la residencia de verano de la familia real, la pareja había ordenado realizar obras secretamente para facilitar al conde el acceso a los aposentos  de la reina. 

Carolina tenía gran corazón y clemencia  con sus sirvientas. Envidiaba la libertad de ellas para  contraer matrimonio con quien quisieran. Con frecuencia hablaba de sus sentimientos sin nombrar al artífice de su felicidad,  llegando a afirmar que era capaz de seguir a su enamorado hasta el suplicio o  la muerte.

Ese tono jovial y cómplice con el que hablaba  a sus damas se tornó autoritario y amenazante el día que se atrevieron a decirle que su relación con el conde era noticia de dominio y escándalo público.  ....¿Sabéis que quien dice eso de una reina merece perder la lengua?... vociferó al respecto Carolina  visiblemente irritada.

Durante los dos años de la relación amorosa se habían intercambiado varios presentes. La reina llevaba siempre en su pecho una cruz de oro guarnecida de granates. Unas ligas rojas que estaban perfumadas era otro de los regalos que Struensee había adquirido en Hamburgo para ella.
  El conde, por su parte,  había recibido de manos de su amada algunas joyas de oro y piedras preciosas.
 Cada uno de ellos  guardaba un pequeño estuche verde con el retrato del otro pintado con tinta china.

Uno de los testigos, amigo personal del conde, destacaba en su declaración el verdadero y  mutuo amor que se profesaban,...Las atenciones que se dedican, la alegría con que se buscan y sus encuentros lo demuestran....

El día 9 de marzo de 1772, la reina era sometida a un interrogatorio sobre  su relación de familiaridad con el médico. En el transcurso del mismo confesaba  haber violado la fe conyugal, por otra parte, inexistente desde el principio.

Días antes, el 29 de febrero, el conde Struensee rubricaba  su confesión...Con gran emoción admitía que no había podido resistir la tentación y la debilidad natural por el sexo...rogando, al mismo tiempo, al tribunal que tomara en cuenta su turbación y  le eximiera de proporcionar detalles explícitos de sus encuentros con la reina.

El 24 de marzo de 1772 en Copenhague, el jurista Lundt Bang pronunciaba la sentencia de un juicio sin precedentes,  pidiendo disculpas a la reina y asegurando haber cumplido  con todas las garantías procesales.
Que la reina Carolina Matilde  según la ley del Libro 3º, capítulo 16, artículo 19, es condenada a finalizar su matrimonio. Y que este matrimonio sea disuelto y anulado. Y que no se impida a S.M. el rey contraer nuevas nupcias. 


El manuscrito nada refiere acerca del destierro al que, al parecer,  fue condenada la reina; tampoco al alumbramiento de una hija ilegítima ni, desde luego,  a la pena capital a la que fue condenado el joven  médico.





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