A primeros de septiembre del año 1767 D. José de la Cuesta, capitán de infantería del Regimiento Lisboa en la isla de Cuba, se hacía cargo de la custodia de los jesuitas que llegaban a La Habana para emprender el destierro al que Carlos III había condenado a toda la Compañía.

Los religiosos llegaban a la capital desde distintos puntos de la isla. Se alojaban en las instalaciones de  la casa del marqués de la Real Proclamación, próxima al santuario de Nuestra Señora de Regla, en espera de embarcar rumbo a Europa.

Durante el tiempo que duraba la estancia en la casa referida, el capitán Cuesta, asistido por dos sargentos y treinta hombres,  era el responsable de cumplir con las disposiciones ordenadas por  el rey y su lugarteniente, el conde de Aranda.

Los religiosos  debían permanecer  recluídos dentro de la casa/depósito y privados de trato por escrito y de palabra con el exterior, si bien se ordenaba que fueran tratados con caridad, decencia y comodidad....., sin darles motivo a la menor queja, cuidando de que nada les falte...

Las posibles incidencias quedarían registradas al igual que los nombres completos de los individuos,  procedencia, edad, estado de salud, tiempo de permanencia y finalmente fecha de embarque y nombre de la nave.

Los frailes podían moverse libremente siempre que fuera en el distrito interior de la casa. Tenían prohibido mantener conversación alguna con los empleados del servicio doméstico. Éstos  eran registrados por los militares cada vez que entraban o salían por si acaso portaban algún documento sospechoso. 

La gestión del alojamiento se contrató a un empresario local que recibía 6 reales al día por cada individuo. Con esa cantidad  cubría los gastos de manutención, lavandería y, en su caso, asistencia médica y/o quirúrgica y, si era preciso,  estancia en el cuarto de enfermería.

El horario del desayuno quedaba fijado   entre las 7 y las 8 de la mañana; la comida a las 12 y la cena a las 20 horas. La distribución del tiempo de rezo y de descanso la establecía  el padre que hacía de superior; y en ésto no se ha de mezclar el capitán.

Al día siguiente de la entrada de cada remesa en la casa de depósito, pasará D. Manuel Gamarra a recoger la ropa que haya de lavarse.....haciendo una lista detallada para  control de   las prendas.

El menú de la comida consistiría en  una olla de carne de vaca, jamón y verdura; dos géneros de sopas con una gallina en cada fuente a proporción del número de individuos; un guisado de ave, vaca, ternera o cerdo; un asado de ave o ternera; una ensalada con aceite, vinagre, sal y pimienta; chocolate diario o café o almuerzo de huevos fritos o mantequilla; el pan correspondiente; el vino idem  y algún licor si el individuo lo pidiese; postre de frutas del país y dulce.

Para la cena: un guisado de vaca o ternera; un asado de ave; ensalada y postres como al mediodía.

Las mesas estarían bien dispuestas con mantelerías, cubiertos, fuentes y platos.

Los días de vigilia las carnes se sustituirían por pescados y potajes.

Para los enfermos un cocido aparte con un cuarto de gallina y garbanzos.

El adjudicatario del contrato de gestión adquiría el compromiso de proporcionar las mesas y bancas necesarias, además de disponer de una batería de cocina bien estañada......





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