Felipe IV estaba convencido de que todos los males que azotaban al reino eran enviados por Dios como castigo a la pésima y parcial administración de justicia en su, a estas alturas, no tan vasto imperio.
Tantos años de la calamidad de las guerras, rebelión de provincias, muerte de príncipes, naufragios, pestes y otras innumerables adversidades, mostraban bien, a juicio del rey, el enojo del Creador.
Siendo el propio monarca el principal garante de mantener a sus vasallos dentro de los límites legales y teniendo noticia de que en Indias, no obstante la vida licenciosa de todo género de gente, se castigaba solo a los pobres..., el 15 de febrero de 1633 redactaba una cédula ordenando a las autoridades de aquellas tierras que administrasen justicia con igualdad , amparando a las viudas, huérfanos y desvalidos; pues de haber enmienda, se esperaba que Su Majestad Divina .....ayudase los sucesos de sus reinos.
Poco duró, al parecer, el efecto de la real advertencia porque el 10 de mayo de 1658 y el 10 de octubre de 1662 se publicaban sendas cédulas en el mismo sentido. Con el propósito de corregir conductas escandalosas, ya que se toleraban y consentían toda suerte de relajaciones en materia judicial, ...mandó a los virreyes, presidentes y gobernadores......arzobispos y obispos que para ayudarle a conseguir tan santo intento, tomasen cuantas medidas justas, suaves y eficaces... fueran necesarias para desterrar de una vez por todas la semilla de los pecados públicos....
Mujeres perdidas, hechiceros, blasfemos, alcahuetes, amancebados y demás pecadores habrían de ser castigados. Disponía, así mismo, que se hiciesen oraciones y rogativas públicas. Y que en las fiestas votivas se asistiese al culto divino con la reverencia y devoción que requerían los actos. Que se tratase con la mayor piedad y amor a los indios y que no se les molestase por tantas maneras como se tenía noticia, cuyos intolerables trabajos les obligaban a retirarse a los montes....siendo ésta la causa por la cuál volvían a adorar a sus antiguos ídolos olvidando la práctica de la fe católica con el consiguiente perjuicio para los intereses reales que pagaban, parece ser, los platos rotos de la ira de Dios.
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