María Ana de Austria, hermana de Felipe IV, iniciaba en 1630 el periplo que la llevaría a contraer matrimonio con Fernando III de Habsburgo. Esta boda la convertiría, entre otras dignidades, en reina consorte de Hungría.
El viaje, largo y pesado, obligaba a tomar largos periodos de descanso en villas y ciudades. El duque de Alba dirigía al séquito que acompañaba a la reina.
Estando la real comitiva a dos leguas de Barcelona, concretamente en San Feliu, llegaron dos caballeros, Rafael Cervera y Juan de Eril y Marlés . Iban en nombre de la ciudad a darle la bienvenida..... Y después de haberle hecho las debidas cortesías, le besaron la mano y representaron el alborozo, contento y alegría que tenía toda la ciudad.....,preguntando hora y día en que tenía previsto hacer su entrada en ella. La respuesta fue que el día siguiente a las cuatro horas de la tarde.
Los dos mensajeros pusieron rumbo de regreso para comunicárselo a los consellers encargados de organizar la recepción.
El duque de Feria, a la sazón virrey de Cataluña, se colocaría a la mano derecha de la reina y el conceller en cap a la mano izquierda. Pero se presentó un problema. El virrey podía no asistir al evento y ceder su lugar al duque de Alba. Los concelleres mostraron su desacuerdo porque temían que la ciudad perdiera sus prerrogativas y preeminencias al colocarse el de Alba a la altura del primer conseller.
Resolvieron convocar una junta de mucho número de caballeros y ciudadanos en forma de promenia....a fin de que se les aconsejase y advirtiese...Pero la junta concluyó que por ser asunto de suma importancia debía pronunciarse el Consejo de Ciento.
Reunidos sus miembros sin dilación acordaron ....que si acaso el señor virrey dejase de ir a la dicha entrada y en su lugar quisiese entrar el duque de Alba, que los concelleres, dándoles la señora reina la mano, se la besasen, y de otra manera no.....Y que se habían de volver sin acompañarla....
El caballero militar Luis Llull y el ciudadano Francisco Dalmau se encargaron de comunicar al virrey el resultado de la deliberación del Consejo, a las diez de la noche......Respondió que lo vería y consultaría con el duque de Alba y volvería la respuesta.
El de Alba, aunque acabó acatando las pretensiones de los consellers, se tomó mucho tiempo para contestar, estorbando así los preparativos de la recepción.
Los términos finales del acuerdo para dar gusto a la ciudad y que se conservasen sus prerrogativas....quedaron tal que así: .... el señor arzobispo de Sevilla, el señor duque de Alba y el señor embajador de Alemania....irían delante de la hilera del conceller quinto....., a la cuál seguían las demás hileras de los concelleres cuarto, tercero y segundo. Y a éstas seguía la hilera en que iba en medio la señora reina; y al lado derecho el virrey, si bien retirándose siempre un poco atrás; y a la mano izquierda el conceller en cap, yendo todos cubiertos....
Al término de toda la parafernalia del protocolo -besamanos, salvas....- María Ana, que se alojaba en el palacio del duque de Cardona en la plaza de San Francisco,......la primera cosa que hizo fue ir al cabo del puente que estaba sobre la lengua del agua para mirar, desde allí, la mar......
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