Con destino al puerto de La Coruña partían de Sevilla catorce navíos cargados con bastimentos para proveer los buques de la Gran Armada con la que Felipe II esperaba vencer a Inglaterra y destronar a la reina Isabel I.
Era el 9 de agosto de 1588. Andres de Alva, miembro del Consejo Real y Secretario de la Guerra recibiría en el puerto de destino el cargamento y se encargaría de agilizar las gestiones para el aprovisionamiento de los barcos.
Componían la flota los buques : El paraíso, La Concepción, El Espíritu Santo, Nuestra Señora de Buen Viaje, Santa María de Guía, La Tomasa, El Socorro, San Antonio, Nuestra Señora de Ayuda, La Concepción, Maria de Juan?, Santiago, La Victoria y La Trinidad.
Entre los repuestos para posibles reparaciones a bordo se enviaron varios tipos de madera: tablas ordinarias de Flandes y de pino, postes o berlingas y palos rollizos más o menos largos y gruesos. Para rematar los trabajos de carpintería se suministraron buenas cantidades de clavos estoperoles, de alfajía y de barrote.
Un gran número de gavillas de sarmientos para el fuego, esteras de esparto, rolletes de enea y haces de estiba completaban el abasto para el mantenimiento de las embarcaciones.
Además de todo ésto, los buques iban cargados con enormes cantidades de alimentos, nunca suficientes, para la manutención de la tropa.
El bizcocho era la base de la alimentación, el pan de cada día, aunque nada parecido en cuanto a textura y sabor ni al pan ni a lo que hoy conocemos como bizcocho. Se trataba de una especie de tortas duras recocidas, elaboradas con harina, que era necesario hidratar para poder consumir. Tenían la ventaja, eso sí, de una duración muy prolongada.
Garbanzos y habas se transportaban en cuartas o botijas de madera; el arroz en sacos.
Quintales y quintales de tocino salado se destinaron al sustento de los soldados. Actualizando los datos de que disponemos, cada pieza pesaría entre 25 y 30 kg.
El aceite se transportaba envasado en botijas de barro vidriadas y esteradas. Con el vinagre, producto básico en aquél momento, se llenaban pipas de madera y botijas peruleras de barro, de arroba y cuarta.
Llama la atención la cantidad de atún que se cargó en las bodegas de los barcos. Se llevaba en barriles quintaleños y en menor cantidad en botas de badana.
Para completar la vitualla, queso de ovejas y de cabras. Se elaboraban piezas de entorno a 7 kg cada una y se almacenaban en pipas de madera o bien en seras de esparto si el grado de curación era bueno.
La ambiciosa empresa que, dicho sea de paso, no tuvo éxito, iba comandada por el capitán general de la Armada, duque de Medina Sidonia, al mando de cerca de 30.000 soldados.
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