Solamente hace falta remontarse a los años finales del siglo XVIII y a los primeros del XIX para comprobar que, aún en esas fechas, las costumbres y las supersticiones adquirían rango de ciencia allá donde ésta no podía llegar.
Cuando un hombre mordido de la tarántula queda sin movimiento ni conocimiento, se debe buscar a un músico para que pruebe a tocar varios sones hasta que encuentre el que conviene, que será aquél a cuyo ritmo el enfermo empezará a mover los dedos, luego las manos, los brazos y piernas y después todo el cuerpo.
En fin, se pone en pie y empieza a bailar aumentando siempre la fuerza y actividad. Hay quien se está, sin parar, bailando seis horas. Luego hay que colocar al paciente en la cama, donde permanecerá el tiempo que se juzgue suficiente para descansar del ejercicio realizado. Después se saca de la cama, se toca el mismo son y vuelve a bailar.
Este ejercicio dura, a lo más, seis o siete días hasta que el enfermo se fatiga sin poder bailar más, lo que anuncia su curación.
Es esencial que los especialistas en la materia dosifiquen el tiempo de actividad y el de descanso del enfermo porque, de lo contrario, mientras dura el veneno bailaría hasta morir extenuado.
Finalmente, poco a poco recobra el conocimiento y despierta como de un profundo sueño sin acordarse de lo que ha pasado durante su enfermedad ni de la danza....
Otro de los remedios infalibles para tratar la misma patología pasaba por mamar leche de cabras de tarde y mañana. Y cuidado que ha de ser mamada, que no sirve ordeñada....
Que coma de todo lo que quiera y que solo se guarde de comer queso...Que use del agua caliente a todo pasto y si vomita que beba hasta que se le quede en el cuerpo el agua; ésta se ha de calentar...en vasija de barro nueva.
Que le toquen la vihuela y que le armen música y la diviertan......
María Francisca se llamaba la enferma y, al parecer, ya por entonces eran conocidas las bondades de la musicoterapia.
Se trataba en realidad de una enfermedad mental que errónea y popularmente se consideraba transmitida por la picadura de una tarántula.
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