Clara Osorio y Fonseca fue la esposa de José de Solís y Valderrábano, hombre de estado que fue presidente de la Casa de la Contratación,  luego gobernador del Consejo de Indias y más tarde virrey de Cerdeña.
 Carlos II le concedió en 1681 la titularidad  del condado de Montellano que pasaría a ser ducado  con grandeza de España en 1704, reinando ya  el  Borbón que inauguró la dinastía.

El propio José de Solís escribió de su puño y letra y en primera persona una semblanza de su esposa que trataré de resumir aquí. El manuscrito no tiene desperdicio, además no estaría nada mal hacer una reflexión sobre una relación  de pareja peculiar cuyos miembros procedían de cunas nobles y distinguidas. 
No olvidemos  situarnos a mediados  del siglo XVII.

Nació Clara en Villacid, perteneciente al señorío de su padre, pero con dos años y medio la llevaron al convento de las Huelgas de Valladolid donde la crió su tía Ana Manrique, hermana de su padre, mujer de grandes prendas, instruída en todo género de piedad....que  envolvió con  el hábito a su sobrina  cuando ésta contaba  cuatro años. Estuvo de novicia hasta cumplir los quince, cuando la trataron de casar conmigo. 

Al parecer, a la joven no le desagradaba en absoluto dejar la vida monacal; quizá por eso cuando abandonaba el monasterio y se despedía de su tía derramó algunas lágrimas,  si bien sin los extremos de sufrimiento que suelen hacer las más mujeres aún cuando les dan lo que desean, porque tuvo una entereza muy varonil y sus llantos siempre fueron pocos.....No era tierna de corazón.

En los primeros años de matrimonio tuvimos algunos disgustos sin importancia que no dejaron  semillas de quejas en los corazones, si bien noto aquí a su gran providencia de Dios que iba guiando aquella alma por las sendas ignoradas de nuestra ceguedad al camino de la perfección,  tomándome a mi por instrumento para que, con escrupulosos reparos de que abundaba mi condición, la fuese amoldando al retiro y recogimiento que después tuvo y a la paciencia que ejercitó en mis desbaratos.

No la dejé ver comedias jamás. Y leerlas, rara vez. Tampoco salir a cosa pública ni que las visitas fuesen por oficio sino por necesidad. Tampoco quise que tuviera amistades particulares sino una amigable indiferencia con todas. Solo a alguna fiesta de las que en la plaza se hacían, la dejaba...

Y el retiro que comenzó por necesidad, es decir obligada por su marido, acabó por virtud...., dándome en estos últimos tiempos muchas  gracias repetidas veces por lo que al principio solía darme quejas, diciéndome "Dios te lo pague....qué bien me enseñaste desde muchacha.....Así habían de enseñar todos los maridos a sus mujeres.

La vida marital de la joven Clara transcurría de esta guisa. El marcaje y las continuas prohibiciones de su marido acabaron por minar su salud física y psíquica. Buscaba el retiro en aldeas, oraba constantemente, confesaba con asiduidad y  lloraba por considerarse una pecadora.

Sufrió de erisipela, sarampión, viruelas , tercianas, ....de modo que, según su esposo de 16 años de casada, los  13 o 14 fueron de enfermedades.  Y el penúltimo una prolijas cuartanas de donde tuvieron origen algunas tibiezas mías que pararon en desórdenes de mi alma y en achaques de mi cuerpo que pasaron al suyo y comenzó a padecer mis pecados...

A consecuencia de las viruelas padeció grandes dolores y desórdenes porque como veía que el rostro, que es el ídolo de las más mujeres, se le descomponía, estaba inconsolable....por temer que con un  marido mozo no gozase paz una mujer fea...

Como vemos, la actitud dictatorial del marido desembocó en un cambio abismal en el carácter altivo de la esposa, quien  paulatinamente fue adoptando una vida de espiritualidad y recogimiento a cuya práctica, en cierto modo, terminó arrastrando también a su marido.

En una ocasión que peregrinaron para visitar a la Virgen de la  Peña de Francia, cayó un rayo en la iglesia, cerca de donde se encontraban .....que me atemorizó bastantemente... En ese mismo viaje a punto estuvo ....de  despeñarme el caballo por aquellos riscos....

Volvimos a la ciudad de dónde procuró, con gran maña, sacarme. Y lo consiguió. Y teniéndome en el retiro de una aldea, llevo con gran disimulación y paciencia mis maldades, rogando por mí a Dios y solicitando oraciones de personas devotas....

Al cabo de algunos meses, tras acudir a rezar el rosario a una imagen de Nuestra Señora con bien poca devoción...salí con el ánimo deliberado de dejarlo todo y vivir en amistad con Dios y en paz con mi mujer.... Esta idea agradó enormemente a Clara. La pusieron en práctica retirándose junto con los padres de él a una aldea donde llevaron,  por espacio de algunos meses, una vida toda celestial haciéndome su ejemplo vencer mis contínuas tibiezas...

Pero Clara volvió a enfermar.  Su marido por estas fechas ya no escatimaba elogios hacia ella......, gobernaba  las criadas con grande agasajo pero con una severidad muy plausible en quien nació para mandar. Fue mujer de gran modestia, de sumo retiro, extremado silencio, de gran gobierno....y uno de los más  entendimientos que vi jamás en el sexo.

A partir de ahí los padecimientos físicos se sucedieron uno tras otro, tercianas, inflamación de la garganta y la lengua, cuartanas.....hasta pasar a mejor vida, tras redactar su testamento y recibir la unción un martes 13 de diciembre? de 1666, mes en que cumplía los 31 de su edad. Dejaba un hijo ciego de corta edad.

El conde, abatido, encargaba un retrato de Clara a partir de un dibujo propio....para que tenga yo el consuelo, en tan triste soledad, de mirar a la que hasta mi muerte no puedo ya ver.











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