En 1685 el rey Carlos II enviaba un requerimiento a las autoridades civiles de la ciudad de León para que explicasen de forma precisa cómo y en qué se gastaban los dineros procedentes de los impuestos municipales. El soberano tenía   la intención  de reducir la carga impositiva de los contribuyentes y estudiar la posibilidad de condonar la deuda que el Ayuntamiento tenía contraída con la corona, medidas ambas encaminadas a   fomentar la recuperación económica del país.

Este requerimiento respondía  a una petición  de los ediles de la ciudad al rey precisamente para lo contrario,  mantener el cobro de un tributo que, por orden de su majestad, estaba próximo a fenecer.

Desde 34 años antes de la fecha referida, la ciudad de León cobraba una tasa de 40 maravedís en cántara de vino vendida al por menor en el casco de esta ciudad.

Con el dinero procedente de este arbitrio ...se  formó la Plaza Mayor por haberse quemado...y las casas consistoriales con toda perfección por ser preciso uno y otro; y en el último trienio se enveló (alumbrado) dicha plaza y se hicieron ocho estatuas de los señores reyes progenitores de vuestra majestad, que se pusieron sobre las cornisas y balaustradas de las cuatro torres,  todo ello de buena arquitectura. Y dos fuentes, la una para el comercio y servidumbre de los vecinos de dicha plaza y la otra a do dicen Puerta Santa Ana para la de aquellos arrabales y forasteros.....

El impuesto aludido se había extinguido ya  en noviembre de 1682 por mandato real. Pero en enero de 1684 el monarca solicitó que se enviaran  dos compañías de Infantería de a cien hombres cada una para los estados de Flandes, puestas en la ciudad de Fuenterrabía a expensas de la ciudad, lo que supuso un coste adicional  de más de 80.000? reales. Este gasto extraordinario obligó a las autoridades locales a solicitar al rey licencia para  implantar de nuevo de la tasa del vino...Y vuestra majestad lo mandó así permitiendo a la ciudad el goce de dos años del arbitrio,  que se cumplen el 1º de marzo de 1686.

Pero  suele suceder en las cuentas públicas que los ingresos no son nunca suficientes.  El arbitrio supuso unos ingresos de 50.500 reales en 1684 y en 1685 está arrendado por 54.000 reales....Y deducidos los gastos de las dos compañías...., más lo que corresponde a la refacción del estado eclesiástico, el 4%de arbitrios que corresponde a v. majestad.....resulta que las arcas municipales quedaban empeñadas aún más de lo que estaban porque, además,  los ingresos que se recaudaban por propios no llegaba a 46.500 reales anuales y había  que hacer frente a los gastos que se derivaban de la celebración de la festividad de la Asunción de Nuestra Señora y corrida de toros, la de San Isidro y Purificación, socorro de los niños de la doctrina, repartimiento de puentes y calzadas, pasos públicos de sus entradas y salidas, limpieza de calles y empedrarlas, reparo de las casas consistoriales...y otras que son de la ciudad, limosna de los pobres de la cárcel, la de los sermones de cuaresma, salario de dos abogados y agentes..., ocho porteros, un trompeta, tambor, pregonero, ejecutor de la justicia, cuatro mozos de trabajo y el salario de tres médicos....

Al parecer, los gastos del Ayuntamiento excedían en 15 o 16.000 reales el importe de los ingresos. Visto lo cuál, si se suspendía el  arbitrio del vino, el municipio no podría seguir aportando los 300 ducados (3.300 reales) de renta al año al colegio de la Compañía de Jesús de esta ciudad como está obligada por Escritura de Concordia para que subsista la escuela y asistan los dos colegiales a la enseñanza de leer, escribir, contar, policía y demás loables costumbres .........,así a los niños naturales de esta ciudad como a los comarcanos de este reino...

Por todo lo expuesto  el marqués del Castillo, corregidor, solicitaba  al rey licencia para continuar   cobrando  el impuesto  de 40 maravedís en cada cántara de vino,..... por ser el menos gravoso al común de la ciudad....... y de esta forma poder mantener la educación y enseñanza de los niños, en particular los de padres pobres.....

La excusa perfecta. Poniendo como parapeto a  los niños pobres se solían conseguir los objetivos, aunque luego el dinero de la recaudación se destinara a costear proyectos infinitamente   menos nobles. En este sentido, hoy como ayer, nada nuevo bajo el sol. 










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