Siendo arzobispo de Manila Fray Pedro de la Santísima Trinidad Martínez de Arizala, allá por el mes de julio de 1748,  enviaba una petición a los miembros del Consejo de Indias para  que consintieran mantener  el statu quo de un beaterio femenino erigido tiempo atrás en la ciudad.

La Casa de Tagalas Recogidas o Beaterio de la Compañía de Jesús estaba cerca de un convento habitado por frailes jesuitas al que  acudían a diario las mujeres del beaterio para recibir la instrucción espiritual que los religiosos les facilitaban.

La casa tenía capacidad para unas cincuenta mujeres que convivían  dedicadas a confeccionar bordados, encajes y otras labores  que luego vendían.  De vez en cuando recibían alguna limosna pero el grueso de los gastos de su propia  manutención  y del mantenimiento general del edificio se cubría con   la venta de las manualidades a cuya elaboración   dedicaban la mayor parte de su tiempo.

Vestían hábito y manto de color negro y vivían con el mayor recogimiento.
En la fecha señalada ejercía como superiora Dominga del Rosario, de 58 años de edad,  38 de los cuáles en recogimiento. Ignacia del Espíritu Santo había sido la fundadora del beaterio y contaba por aquél entonces 83 años.

Admitían a niñas huérfanas y a mujeres casadas abandonadas por sus maridos.  No se restringía el ingreso por razones de edad. Había internas residentes desde los 7 u 8 años de edad, pero también había quien había ingresado después de los 30.

En los meses de septiembre, octubre y noviembre acudían a la casa grupos de mujeres  para practicar los ejercicios de San Ignacio durante ocho días, conviviendo sin distinción de clase las naturales tagalas, españolas castizas y españolas mestizas.

En realidad se trataba de una institución a medio camino entre la vida civil y la clausura religiosa,....sin que se entienda por convento ni fundación, sólo recogimiento con excepción de clausura...... Una oportunidad y una salida digna para  niñas huérfanas y mujeres casadas abandonadas o viudas sin recursos que, de esta forma,  podían subsistir y disponer de cobijo gracias a su trabajo. Las veteranas instruían a las niñas en las  labores y trabajos mujeriles a la vez que les servían como ejemplo de vida virtuosa.

Sin embargo,  este tipo de institución no podía encuadrarse dentro de ninguna de las figuras jurídicas existentes, lo que suponía, a efectos prácticos, una exención fiscal absoluta. El rey y sus asesores pidieron informes a las autoridades filipinas con el fin de modificar  el rango legal del beaterio para que tributara como lo hacían los demás colectivos. Pero  en ese momento  intervino el arzobispo  de Manila alegando que ...beneficia al público por su buen ejemplo y educación de las niñas huérfanas....., razón más que poderosa para solicitar que se  siguiera permitiendo a las internas ....vivir así...,sin contribuir a la causa pública.

La respuesta de Madrid  fue favorable a las pretensiones del arzobispo sentando así un peligroso precedente. En 1754 el fiscal de la Audiencia de Manila emitía un informe dirigido al rey en el que advertía que se habían erigido varios beaterios en la ciudad y extramuros y que la exención de impuestos que gozaban  se traducía en un  grave  detrimento de la hacienda real.



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