La ciudad de Murcia había establecido un impuesto, por supuesto con la preceptiva licencia del rey,  para sufragar el gasto de la compra de tres mil arcabuces y mosquetes para la defensa y seguridad de la ciudad y su reino. Las armas se habían comprado muy buenas y habían servido para muy buenos efectos y rebatos de moros que eran ordinarios....
El tributo extraordinario aplicado para este menester consistía en un cuartillo (cuarta parte de un real).... por cada libra de seda que se vendiera en el Contraste de dicha ciudad de Murcia. Una cantidad nada despreciable habida cuenta de que en ese momento se comercializaban unas 50 toneladas al año. Como el precio de la seda (sin entrar en calidades) rondaba los 70 reales la libra, haciendo cuentas resulta que se podían recaudar entorno a 31.000 reales al año o lo que es lo mismo, unos 2.800 ducados.

Las armas estaban guardadas en una casa a la orilla del lugar,  (en) que no estaban seguras,  y muy incómoda para ello por estar cerca del río Segura....Y había ventanas que salían al dicho río......,cosa que favorecía la humedad ambiental y como consecuencia la oxidación de las piezas. Además estaban expuestas al polvo de la carretería y trigo por estar cerca del pósito.

Todos estos inconvenientes motivaron que se decidiera construir una sala de armas particular, donde las dichas armas .....estuviesen...... incorporadas en medio de la ciudad, en la plaza pública, donde con comodidad se pudiesen repartir a los soldados siempre que fuese necesario y quitarlas del peligro en que estaban....

Con tal  propósito y tirando de remanente se iniciaron las obras de construcción  encima de las casas del Contraste de la seda, que era  en la plaza de Santa Catalina, en medio de esa dicha ciudad...

Pero como casi siempre sucede, los dineros se acabaron y aunque la obra estaba bastante adelantada, quedaba por hacer la cubierta y perfeccionar y aderezar  las partes ya edificadas.
Así es que le tocó a  Bartolomé Alvarez de Prado, en nombre de la ciudad de Murcia, dirigir una petición a Felipe III  para que consintiera al Ayuntamiento prorrogar el cobro del impuesto a la  seda y financiar así los 6.000 ducados necesarios para dar por concluida la obra.

El invierno estaba próximo y no había tiempo que perder. El 3 de diciembre de 1608 el rey respondía condicionando la concesión de la  prórroga del tributo  al resultado de analizar  un informe  que ordenó elaborar  donde se detallasen por menudo todos los ingresos que percibía la ciudad y cómo los gasta y distribuye.

Rubricaron el documento el licenciado Pedro Manso, lic. Núñez de Bohórquez, lic. D. Diego López de Ayala, lic. D. Diego Fernández de Alarcón, lic. D. Francisco de Contreras. Y yo Alonso de Vallejo, escribano de Cámara..





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