Estaba el duque de Béjar muy preocupado por el modo en que  debía asesorar al rey sobre la conveniencia o no de representar comedias. El vulgo estimaba sobremanera estos actos  pero podían resultar ofensivos para la religión católica. He ahí el dilema.

Para salir de dudas decidió solicitar consejo a fray Juan Saborido. Era el final de agosto de 1724.

El avispado fraile no tenía intención de comprometerse demasiado por si acaso luego tenía que pagar alguna culpa y respondió  al duque tal que así:

....En el Evangelio los ministros celosos...viendo cizaña en el campo......le preguntaron  como pidiendo licencia ( a Dios) para pasar a arrancarla y no la obtuvieron. Con esta parábola nos enseñó el Divino Maestro que no siempre es de su agrado el que se extirpen de raíz todos los males  si hay peligro de caer en mayores.

Ya Santo Tomás había enseñado que los histriones podían lícitamente vivir y sustentarse de este oficio. Incluso Gregorio XIII, santísimo varón que quizá tenía horror a las comedias italianas, ordenó que se examinasen con rigor las españolas y permitió su representación.

Si hoy las farsas, en la letra o modo,  han caído en aquellos torpes dichos o hechos que provocan la lascivia e incitan a la juventud  a pecar....es cosa de que yo no podré dar razón.

Bien sabía fray Juan que muchos de sus colegas abogaban por prohibir y desterrar las comedias de todo el reino....pero, atendiendo a las razones de Santo Tomás, parece que antes de pasar a ejecutar esto fuera necesario se diese providencia de que en el reino se introdujesen otras recreaciones públicas que no fueran peligrosas,  porque es moralmente imposible que el todo del pueblo viva sin algo de esto;  y de quitarlo se puede temer que cuando se obvia un inconveniente se pueda caer en otros mayores y más nocivos a la república.

Sería deseable y  un gran servicio a Dios que v. exc. interpusiera su autoridad para que los farsantes guardasen en su oficio y en su vida  aquellas condiciones según las cuáles Santo Tomás consideraba lícita la profesión. A saber:  Nada de gestos o trajes provocativos.....Que nadie, sea de la calidad que fuese, entre en el vestuario....Que no se consienta ninguna alusión al amor deshonesto.....Si en alguna obra se hace alusión al amor sea  aquél casto como el que Jacob le tuvo a Raquel.

Me hago cargo de que por el ruin concepto que se tiene formado de las comediantas, el permitirlas ..... viene a ser volver a la antigua permisión de los lupanares. Esto podría evitarse con una rigurosa ley que castigase severamente a todo aquel que tuviese comunicación con una comedianta, a ella misma y al padre, marido o tutor que se lo permitiese.



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