María Vicenta Egas Venegas de Córdoba, condesa de Luque, casó en 1731 con su pariente Cristóbal Fernández de Córdoba Ordóñez, marqués de Algarinejo. Ella era una niña de 12 años que aportaba al matrimonio cuantiosas rentas y títulos nobiliarios. No parece que su convivencia fuese placentera porque pasaron media vida pleiteando. Desconozco la fecha en la que ella solicitó el divorcio, pero hay constancia de que en 1746 el asunto estaba en los juzgados. Acusaba a su marido de que por su extraordinario, adusto y protervo genio, me tiene en la deplorable consternación desde la edad de doce años, que tenía cuando nos casamos, del más infeliz estado que es decible.....
Pero no estaba el marqués por la labor de aceptar el divorcio, seguramente por la poderosa razón de que eso le obligaba a renunciar a la posesión y a la gestión del patrimonio aportado por su esposa, que equivalía a 28.000 ducados, mientras que el de la casa de Algarinejo, es decir el suyo propio, no superaba los 16.000. Así las cosas, Cristóbal recurrió a su primo Ignacio Ordóñez Portocarrero, canónigo de la catedral de Salamanca, que no escatimó esfuerzos en buscar contactos para que los asuntos se dirimieran en tribunales eclesiásticos donde María Vicenta tenía todas las de perder. Lo primero que acordaron fue que la infeliz ingresara en un convento de clausura en la ciudad de Granada, donde su marido pudiera tenerla bajo control y dictar las pautas relativas al modo en que debía vivir.
En una carta fechada en 19 de septiembre de 1750, Ignacio Ordóñez comunicaba al marqués que ....la Cámara no ha podido obligar a las monjas de Sta Isabel a recibir a tu mujer por no haber caso semejante.....sin embargo, estamos asegurados de que no saldrá de Granada.....Ingresó finalmente en el convento de Sta Paula de la misma ciudad.
La autoridad correspondiente confirmaba en 6 de febrero de 1751 quedar cerrados todos los puertos a tu mujer, sin tener recurso para salir del convento de Granada ni pedir más alimentos....
La marquesa también disponía de contactos y el 9 de febrero, como respuesta a la contrariedad que acababa de sufrir, escribía al marqués de Cogolludo para, en su nombre, hacer patente al rey y notorio al mundo mi inocente padecer y los malos e indecibles tratamientos que he sufrido de mi marido...... A estas alturas del proceso había renunciado a la libertad y solo deseaba ser trasladada a un convento de Madrid o Toledo para último desahogo de mi agigantada desdicha...., en donde pueda, sin la proximidad de tan conocido contrario, defender mi honor y vida.
No tuvo suerte María Vicenta. El 22 de mayo del mismo año, el canónigo escribía al marqués ...En Madrid le atajamos lo que intentaba...,a la vez que aplaudía las restricciones impuestas por el marqués a la dirección del claustro en relación a las visitas que podía recibir su esposa: Que concurran a mirar por la circunspección, moderación y decoro del convento de Santa Paula de Granada, cercenando las visitas a la señora condesa......, permitiendo solo las visitas de señoras y señores .....de la clase de tan grande señora, excluyendo otras cualquiera gentes de inferior clase, a excepción del abogado, procurador y médico de su señoría.... Porque atenta contra la quietud y sosiego de la comunidad....sin ser decentes ni necesarios dichos locutorios.....
Está aquello (la clausura) muy moderado y devoto. Y ( la condesa) con ánimo de permanecer y morir allí....pues dice que ya su marido no la quiere....(extracto de una carta de Ignacio Ordóñez a su primo, el marqués).
En la misma misiva expresaba orgulloso el eclesiástico ....Primo querido, harto nos ha hecho trabajar y discurrir tu mujer, pero ha sido con gusto mío y buen fruto....
La cuestión seguía coleando años después hasta que se resolvió definitivamente en 1769. En febrero y marzo de este año, Cristóbal recibe la felicitación de marqués de Pejas y del duque de Alba.... por la favorable determinación que ha obtenido vuestra señoría en la causa de divorcio.
Maria Vicenta falleció el 7 de marzo de 1788. Enfermó de gravedad cuando, siendo su hijo el titular del marquesado, la sacaron del convento para pasar las fiestas de Navidad en su casa, desde cuyo mirador presenciaba las funciones que el pueblo representaba en esas fechas.
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