El marqués de Caracena, Luis Francisco de Benavides Carrillo de Toledo, abandonaba la plaza de gobernador de Milán  -por  desavenencias con  algún preboste de la Iglesia-  y era destinado a Flandes. Corría el año 1656 y acababa de estrenarse como padre de una niña con su joven esposa Catalina Ponce de León, una veinteañera a la que Luis Francisco  doblaba la edad.

Desde Milán se organizó el traslado de la mayoría de su ajuar; parte del equipaje iba por vía marítima y otra parte por tierra, en carruajes y bestias, aunque en algunos tramos de difícil tránsito no quedaba más remedio que cargar los fardos a las espaldas de los porteadores. Tal cantidad de enseres se empaquetaron que fueron necesarios más de cien cajones para colocarlos.

Nada de extrañar considerando que, por ejemplo, el número de pinturas que se trasladaron ascendían a 158, ahí es nada. Había obras, entre otros,  de Veronés, Caravaggio, Tiziano, El Españoleto ("Retrato de un filósofo"), Bruegel,  Rafael de Urbino, Rubens ("Una Artemisia que bebe las cenizas de su marido").

Doce de los cajones o baúles  se llenaron de libros, con un peso total cercano a  tonelada y media. Esto nos da una idea de las inquietudes culturales del marqués amén de su actividad como mecenas de artistas.

En otro orden de cosas  y como curiosidad, llama la atención la cantidad de objetos de plata destinados a menaje, aseo y ocio. Cabe destacar una vajilla, estatuas de Hércules y Mercurio (de pequeño tamaño) ,un juego de damas de plata y unas tijeras de despabilar del mismo material. 

Un cofrecillo colorado lleno de quintas esencias del Gran Duque..... Siete baúles con ropa de mi señora......; 36 almohadas de terciopelo carmesí bordadas de oro....,24 almohadas de brocado verde y oro con borlas de seda y oro..... Un cajón lleno de chocolate. Varios escritorios de concha de tortuga. Tres juegos de tapices (dos de ellos de cuatro paños y el otro de dos)  de seda y oro con la historia de Marco Antonio y Cleopatra....

El 17 de marzo de 1656, dos contratistas italianos firmaban un acuerdo comprometiéndose a transportar hasta Bruselas  136 fardos de ropa con un peso total de algo más de  315 quintales. Se ajustó el precio a razón   de   9 escudos por quintal. Ascendía el total a 2930 escudos y 15 sueldos (1 escudo equivalía a 120 sueldos).



 




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