En más de una ocasión las arcas reales de Carlos I no albergaban otra cosa  que documentos de reconocimiento de deuda.  Ni el oro y la plata que llegaban de América ni las cuantiosas rentas que obtenía de su vasto territorio fueron suficientes para  sufragar el alto coste que suponía pacificar sus dominios y financiar sus reiteradas embestidas contra Francia y contra el infiel.  El valor de  los metales y piedras preciosas que llegaban del nuevo continente, iban a parar directamente a manos de los poderosos banqueros alemanes de la familia Fugger (  en castellano, Fúcares) y otros, con quienes  el emperador estaba permanentemente endeudado. No pocas veces se vio obligado a recurrir a préstamos de  nobles, cortesanos y religiosos. Incluso, de particulares plebeyos. 

En septiembre de 1523 desde Burgos remitía una comunicación a García Manrique,  conde de Osorno, nuestro asistente de la muy noble ciudad de Sevilla y a los demás oficiales de la Casa de la Contratación de las Indias y a Juan de Aranda, nuestro factor en la dicha Casa, en los siguientes términos:  Bien debéis saber cómo hace ya muchos días....mandamos aparejar y hacer un poderoso ejército para ir yo, el rey en persona,  poderosamente contra el rey de Francia que tantas veces y por tantas maneras ha estorbado la guerra contra los infieles. Y ha sido causa que los turcos, enemigos de nuestra santa fe católica, entren en la cristiandad y hagan en ella el daño que hasta hoy han hecho.....

Tratando de poner fin a los excesos del rey de Francia se han hecho grandísimos aparejos y gastos porque, además de la gente de pie y de caballo con la que ya contaba, han venido y son desembarcados en el puerto del Pasaje los cinco mil alemanes que de nuevo hemos mandado traer......Y porque, por falta de dinero no se abandone empresa tan justa y necesaria al servicio de Dios y a la honra de estos reinos.....,hemos mandado nos socorrer de prestado del oro y perlas de mercaderes y personas particulares que traen los cinco navíos que  ahora son venidos de las dichas Indias....hasta alcanzar un valor de 300.000 ducados. Así pues, ordenaba el rey registrar y pesar y aquilatar todo el metal precioso susceptible de ser convertido en moneda.  Y recurrir a las perlas en caso de no haber oro suficiente para alcanzar dicha cantidad. 

Los particulares que entregaban su oro al monarca sean satisfechos y pagados de lo que cada uno diere más el interés que os pareciere se le debe dar por la dilación del tiempo hasta que sean pagados.....Por ello ordenaba que se les concediera, si ellos lo quisieren, .... un juro al quitar situado en cualesquiera rentas que cada uno quisiere de estos nuestros reinos a un interés que podía ascender al 14%.

 





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