Corrían los últimos días de junio de 1667 y en la ciudad de Burgos saltaron todas las alarmas a causa de los problemas de salud - con algún que otro deceso- que presentaban los consumidores de tabaco en polvo.  Francisco Zárate Ladrón de Guevara, teniente de corregidor de la ciudad, tomó las riendas  de la investigación que enseguida produjo resultados.

Al parecer, el aspecto del tabaco estaba llamando la atención del personal porque poniéndolo al sol, brilla. Para llevar a cabo las pesquisas se compraron en el estanco de José Abad,  cuatro cuartos de tabaco para analizarlo. Francisco Lobo Medrano, médico, y  Juan Chapero y Alberto Colomo Laínez, boticarios, hicieron las experiencias y pruebas que son conformes a su facultad y profesión, valiéndose de cocimientos, haciendo infusiones, secándolo al sol y haciendo otras diligencias, de que se reconoció estar con mezcla de tierra con vidrio. Y que haciendo juicio del sedimento que hizo en el agua, reconocieron que a doce libras de dicho tabaco no había en ellas una libra de tabaco neto. Y el residuo era vidrio y tierra.

El médico declaró que de tomarse dicho tabaco podrían causarse........obstrucciones grandes en el cerebro; y de ello originarse apoplejía y dolores grandes de cabeza....

Por si estas averiguaciones eran insuficientes,  Francisco Zárate mandó llevar a Juan Juez de Carranza, maestro platero, una caja de tabaco en polvo y éste procedió  también a su análisis. Sacó como la mitad del tabaco......y dos crisoles nuevos. Y en uno de ellos echó el tabaco y con el otro le cubrió. Y le puso en el fuego. Y habiéndole tenido en él como cosa de un cuarto de hora......., lo dejó enfriar y transmutó en una caja de plata para ver lo que había. Y halló dos géneros, entre ellos divididos, lo de la parte de arriba como harina y lo de abajo una materia áspera como roja, con unos granillos que no se podían deshacer entre los dedos, lo que no había cuando se puso al fuego dicho crisol....

Llamado también  el médico Martín de Zunzarren declaró  que, examinado el tabaco que por orden del señor Zárate se requisó en los estancos, resultó que los cuatro géneros de tabaco en polvo estaban adulterados con tierra y vidrio. Lo mismo pasaba con  el tabaco  de hoja, al que se habían añadido  hojas de nogal, llantén y lengua de ciervo. A juicio de Zunzarren el consumo del tabaco adulterado podía ocasionar apoplejía, alferecía o perlesía, comezón de cerebro.....Y  fácilmente obstruirá las vías y canales por donde baja la facultad sensitiva y motriz.....

De todo esto resultaron culpables Alonso de Córdoba (19 años), estanquero principal de tabaco de la ciudad y su jurisdicción; José Abad (23 años) y su esposa Luisa Francisca (25 años) que regentaban una tienda y estanco

Gracias a la impecable  instrucción de este proceso penal nos enteramos de que para dar olor al tabaco se utilizaban en estos tiempos agua de trébol rosa y agua de azahar




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