En la  capilla privada del condestable de Castilla, en la iglesia mayor de Burgos, se guardaba el arca que contenía el dinero destinado a la redención de cautivos cristianos en los reinos de Fez y Marruecos y en la ciudad de Tetuán.

En abril de 1579 fray Luis de Matienzo, fraile profeso de la orden de Nuestra Señora de la Merced y procurador general de toda la dicha orden de los reinos de Castilla, recibió el encargo de viajar a tierra de moros para redimir cautivos. Era una misión que no se llevaba a cabo todos los años, con lo cuál el arca del dinero  iba engordando con cantidades más o menos fijas  asignadas ex profeso para  este fin. Además recibía donaciones de importancia, como aquella de 500 ducados que doña Leonor de Guzmán legó al arca de redención en su testamento. De tal manera que en 1579 se disponía de casi dos quentos (dos millones) de maravedíes.

Matienzo adquiría el compromiso de emplear el dinero redimiendo primeramente personas que estuvieren cautivas.....de los lugares donde la dicha capilla tiene rentas. Y después deudos y criados y vasallos de la casa del dicho señor condestable de Castilla. Y después niños y niñas y mujeres mozas y sacerdotes y mozos y viejos del dicho estado......, pudiendo después rescatar a individuos procedentes de zonas cercanas a los territorios del condestable. Y si no hubiere,   liberaría  castellanos y toledanos y andaluces, que los castellanos se entienden montañeses o vizcaínos y gallegos del reino de León. Y después del reino de Navarra. Y después de los otros reinos y partes mas cercanos de estos reinos de Castilla.

Una vez redimidos deberían viajar  a la península y traerlos a la ciudad de Sevilla. Y en la capilla de Nuestra Señora la Antigua se celebraría una misa a la Concepción de Nuestra Señora, con diácono y subdiácono y la correspondiente procesión, tras la cuál cada cautivo revelaría, bajo juramento, su nombre, procedencia, tiempo de cautiverio y coste  del rescate.

Fray Luis de Matienzo hizo su labor  entre 1579 y 1580 liberando setenta cautivos.  Sin embargo y a pesar de su buena reputación, el condestable debió de poner en duda alguna de sus actuaciones porque el fraile se vio obligado a acreditar mediante documento fedatario que durante la procesión celebrada en Sevilla tras la redención de 1580, se había enarbolado  el estandarte de damasco carmesí durante todo el trayecto, salvo en las plazas donde el aire bullía que no podía enarbolarlo.  Sin duda  la concurrencia había podido admirar  la figura del apóstol San Andrés con el aspa de su martirio (en un lado del estandarte) y  las armas del condestable de Castilla en el otro. 

Al condestable le gustaba salir en la foto.






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