Tan seguro estaba de su método de curación el Dr Vicente Pérez que se ofreció para sanar a la reina Bárbara de Braganza. Eran los primeros días de agosto de 1758, la monarca estaba enferma de gravedad y los médicos de cámara de SSMM, agotadas las terapias disponibles sin respuesta satisfactoria, esperaban el fatal desenlace de un momento a otro. Llegó entonces a oídos de Fernando VI la propuesta del doctor Pérez de curar a la enferma con el método del agua. El rey fió la decisión a sus médicos de cámara que, reunidos con el interesado en junta extraordinaria el día 4 de agosto, desde las once hasta las doce y media de la noche, determinaron rechazar la terapéutica alternativa de Pérez. No obstante éste redactó un memorial que dirigió al rey por si llegara a ser de utilidad.
Al parecer el cuadro clínico de la reina consistía en tumores esquirrosos procedidos de la supresión menstrual..., padecía calentura y ésta había entrado en horripilaciones o calorfríos....y le sobrevinieron cursos que aún continuaban.... Las purgas y sangrías del tratamiento convencional resultaron del todo ineficaces y la paciente, cada vez más débil, se acercaba al fin de sus días.
Afirmaba Pérez en su memorial que la causa de la enfermedad de S.M. era la falta de la debida transpiración o sudor. Su Majestad es robusta, obesa, de bueno y abundante alimento y por lo mismo necesitaba de mayor ejercicio, dieta y transpiración para sudar. Mostraba asimismo su disconformidad con los tratamientos médicos empleados, ya que los purgantes siempre son perjudiciales, siendo mejor utilizar lavativas de agua pura, aplicadas en debida cantidad, calidad, ocasión y tiempo.....
Las sangrías solo deben usarse en caso de plenitud excedente de sangre; además en las señoras mujeres son más perjudiciales... que en los hombres, porque pueden alterar o suprimir la natural evacuación y provocar obstrucciones, esquirros y otros accidentes....Y no volviendo a abrirle las vías y a darles curso, si está en edad, nunca puede quedar la paciente perfectamente curada. Tal aserto se podía comprobar fácilmente en los conventos de religiosas, donde sus individuas, por lo regular, padecen accidentes habituales dimanados de la citada supresión. Y ésta de las frecuentes sangrías y ninguno o poco ejercicio.
Lamentaba Pérez que no se le hubiese permitido visitar a la regia paciente, al menos para tomarle el pulso, que es lo más esencial para el conocimiento.
Bárbara de Braganza fallecía a finales del referido mes de agosto de 1758.
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