Fray Alonso de Ajofrín, profeso en el convento de Santa Catalina (orden de San Jerónimo) de Talavera de la Reina, se dedicaba al traslado (copia)  y conservación de la librería antigua que tuvo principio en el señor D. Pedro Tenorio, arzobispo de Toledo, fundador del convento. Del 26 de febrero de 1642 data una carta que el fraile dirigía a Juan Enríquez de Zúñiga, consultor del Santo Oficio y alcalde mayor de León:

Tengo las Crónicas de todos los reyes de Castilla y León desde el rey D. Alonso el Sabio, que es donde acaba la General de España. La del rey D. Enrique IV no se imprimió, estoy(la)  trasladando gracias a la gentileza de un amigo que me  prestó la suya (de más de 140 años de antigüedad)  para este efecto. Pero a tal  ejemplar  le faltaba un capítulo y fray Alonso no quería que su Crónica quedase manca. Por eso, sabedor de que   Enríquez de Zúñiga, viejo conocido, tenía en su poder  una obra completa,  se puso en contacto con él para que le enviase una copia del capítulo en cuestión. Dándole las gracias anticipadas le ofrecía hacer constar en el margen lo siguiente: se sacó del libro de D. Juan Enríquez de Zúñiga. Un mes más tarde el alcalde mayor comunicaba   al monje su intención de complacerle.

Además de lo expuesto,  Ajofrín, en su carta,  hacía  algunas confidencias a su interlocutor  que me parecen dignas de mención:

No está averiguado, a mi juicio, si la invención de la imprenta fue en beneficio o daño de la república....Hay muchos mas libros que antes y no es cierto si los hombres que los manejamos somos mas eruditos. ¿Qué mayor perjuicio de la sabiduría que tanta variedad de opiniones y modos de explicarlas...? Tanta multitud de libros que salen hoy cómpranse mañana por excesivos precios.....y a los veinte días puestos en el astillero para siempre jamás. Hablo de mi Facultad, hay (libros) teólogos, escolásticos, morales, intérpretes de la Sagrada Escritura hacinados como sarmientos. Cuando los libros eran manuscritos....eran pocos, leíanse con meditación, tornábanse a leer.......,ahora con tanto libro no hay tiempo para leer y entender solo el argumento de lo que tratan...Por la facilidad de la imprenta y su velocidad, afirman autores graves que Lutero cada semana, y aún de cuatro a cuatro días, sacaba un tratadito de mil y quinientos cuerpos en su lengua tudesca, lleno de chocarrerías, pullas entre un millón (de) errores y desvergüenzas......

En fin, siempre ha habido opiniones para todos los gustos.



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